viernes, 31 de mayo de 2019

¿POR QUÉ A LOS RESTAURANTES SE LES LLAMA ASÍ?



La culpa de que a los restaurantes, a esos templos del buen comer, se les llame de esta manera la tiene un mesonero llamado Boulanger quien en 1765 no se le ocurrió otra idea que poner un simple cartel en su local que decía lo siguiente:

Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos.

O lo que es lo mismo: “Venid a mi casa todos los que tenéis el estomago castigado y yo os restauraré.
Y aunque dicho cartel estaba en latín muy pronto su local se llenó de gente que deseaba comer de manera sobresaliente además reconfortar su espíritu con una buena comida de calidad . Tanto éxito tuvo que de la noche a la mañana los mesones que había alrededor comenzaron a llamarse “restaurantes” y de ahí poco a poco el nombre atravesó las fronteras llegando a todos los rincones del mundo.

jueves, 23 de mayo de 2019

BREVE HISTORIA DEL LIBERALISMO - Juan Granados



Ya lo aseveró don Alonso de Quijano en el celebérrimo Don Quijote de la Mancha: La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida. Es en verdad lo más cierto que existe en este mundo. Por encima de las riquezas, y tal vez de la salud, todos queremos ser libres. Desde la persona que está presa, a la que se siente agobiada en su labor diaria, o que simplemente desea gobernar el timón de su existencia, la libertad es el anhelo al que se aspira sin ninguna duda. Pero la libertad además de ser algo por lo que luchar también puede ser objeto de estudio ya que su definición y práctica es un elemento que se ha ido analizando y poniendo en práctica de distintas formas a lo largo de la historia. Grandes mentes y grandes revolucionarios están detrás de ella y por ello es interesante que posen sus ojos en el libro que hoy les traigo: Breve Historia del Liberalismo, escrito por Juan Granados (y editado por Nowtilus) en donde podremos recorrer la historia del pensamiento libertario desde la antigüedad hasta nuestros días. Recuerden, la libertad debe ser estudiada y entendida ya que es un bien supremo de la raza humana.

El problema, por llamarlo de alguna manera, de la libertad proviene de la misma palabra pues actualmente se confunde mucho con la derivada del despiadado liberalismo económico de hoy en día. Esta confusión se produce en los tiempos actuales tal vez debido a las crisis económicas que venimos sufriendo y en las que han sido participes políticos de nueva ola que afirman ser de pensamiento neoliberal. Es por ello que se cree que, por ejemplo, el liberalismo económico es algo inventado en la actualidad y que supuestamente se imbrica en la idea suprema de Libertad con mayúsculas. Así pues, para desfacer este entuerto y deshilvanar el nudo gordiano de la ignorancia traemos al escritor y erudito Juan Granados para que nos lo aclare de forma precisa y didáctica. Y para esto nuestro Virgilio particular efectúa un recorrido de la idea de libertad desde sus orígenes. Como ya he indicado la libertad no es un invento de nuevo cuño. Ya en la antigua Grecia y Roma, aquí de la mano de Cicerón, se estudiaba la defensa de la individualidad y como el buen gobierno debía velar por ella. De ahí pasaríamos a la Edad Media (sí, en ese periodo también existía la defensa de la libertad) y al renacimiento del llamado pensamiento neoplatónico cabalgando a lomos de las llamadas utopías libertarias.

Pero donde verdaderamente podemos observar esa defensa del ser humano es en Inglaterra, en concreto en la revolución que efectuó Cromwell contra su rey en 1648. Tras luchar contra la tiranía del monarca aplicó lo que podríamos llamar el primer liberalismo político en donde se establece que los hombres son iguales ante la ley además de afianzar el parlamentarismo en la neblinosa isla de Albión. Esta época fue fecunda en cuanto a estudiosos y filósofos que estudiaban la esencia de la libertad y como debe regir la felicidad de los habitantes de un pueblo y por ende de la humanidad. Spinoza, John Locke y Hume, Thomas Hobbes o el utilitarismo de Jerermy Bentham nos enseñaran como se concebía o como se debía concebir la libertad por aquellos años. Evidentemente estos pensamientos no se quedaron en el Viejo Continente sino que viajaron más allá del océano y acabaron recalando en la fértil tierra americana. Benjamín Franklin y Thomas Jefferson la tomaron como abanderado de su revolución y de la nueva constitución del país y personajes como Adam Smith o John Stuart Mill pusieron los cimientos de lo que hoy es conocido como liberalismo económico en donde se promulga la libertad de comercio entre los hombres, se premia la iniciativa privada y se defiende la menor intervención del gobierno sobre los negocios privados. Es decir una especie de laissez faire, laissez passer, o lo que es lo mismo vive y deja vivir.  

La Revolución Francesa y la Guerra de Independencia Española y sus liberales gaditanos de 1812 son un verdadero aldabonazo político e ideológico en los comienzos del siglo XIX. Con el romanticismo hay un fuerte sentimiento de libertad en Europa y distintos tipos de concepciones libertarias desde la que imponen los liberales tras las guerras napoleónicas hasta las más doctrinarias que se impondrán pasadas las revoluciones de los pueblos europeos en la llamada Primavera de los Pueblos de 1830 o  1848. Pero cuando la burguesía se afianza en el poder durante la segunda parte del siglo XIX se vuelve más conservadora y por tanto pasamos de un liberalismo revolucionario a uno más cerrado. Ya en el siglo XX Juan Granados estudia la situación de las ideas libertarias a través de los grandes pensadores como Keynes, Popper, Ludwig von Mises o la escuela austriaca, entre otros,  e incluso asistiremos al llamado Liberalismo Triste en el que se estudia la dura situación del concepto de libertad pasado el desastre de la Segunda Guerra Mundial. Y de esta manera llegamos a nuestros días y en cómo, ya lo mencionamos al principio de esta humilde reseña, la libertad personal y colectiva se confunde con el exacerbado liberalismo económico que azota las crisis actuales. Breve Historia del Liberalismo, además de recorrer de manera divulgativa la historia de pensamiento libertario,  intenta analizar las injusta confusión de pensamientos que sufre el concepto de libertad y liberalismo económico en el siglo XXI y en como temas tan delicados como los desahucios, la especulación de los bancos y la avaricia de los ricos y de las multinacionales pueden desvirtuar el concepto puro de libertad por el que los hombres de toda la historia han luchado con pasión.

miércoles, 15 de mayo de 2019

BREVE HISTORIA DE LA FANTASÍA - Silvia Pato



¡Hasta el infinito y más allá! (Buzz Lightyear)

Desde un punto de vista histórico no hay nada más alejado de éste que el reino de la fantasía. Mientras que la Historia se dedica a la recopilación y estudio del pasado, ya sea reciente como alejado en el tiempo, la fantasía, en cambio, nos lleva a universos remotos que no tienen fin ni comienzo, alejado de cualquier cronología que el ser humano pueda computar y en el que cualquier ser fantástico puede morar. Existe, eso sí, algunos puntos en común como por ejemplo las ucronías que siempre caen en el mantra del ¿y si? para hablarnos de qué hubiera pasado si tal o cual línea temporal se hubiera producido en la Historia. De ahí a un paso ya nos introduciríamos en la mera fantasía. Pero aun así hay que hacer notar al lector que escribir sobre literatura fantástica no es algo que surja de la nada, de hoy en día, sino que tras ella se amontonan cientos de años de historia que nos han conducido a lo que es actualmente. Y es aquí donde curiosamente entra la historia para adentrarnos en la apasionante epopeya de cómo surgió y cómo fue evolucionando a través de los siglos. Así pues les invito a que tomen el libro que hoy les propongo, Breve Historia de la Fantasía, escrito por Silvia Pato y se dejen llevar por los múltiples mundo imaginarios que confeccionaron literatos de todos los tiempos y a la vez sobrevuelen la tierra de la imaginación en donde los seres prodigiosos y la magia sin fin se dan la mano.

¿Por dónde empezar? Pues precisamente por cuando el ser humano empezó a dotar a los hechos de la naturaleza que desconocía funciones sobrenaturales o místicas. Es decir, por la mitología. La adoración a seres divinos no solo se circunscribía a los templos y altares de oración sino que también para preservar sus cualidades sobrehumanas sus aventuras fueron llevadas a la escritura. Por ejemplo, en Mesopotamia destaca las increíbles gestas de Gilgamesh, mientras que en Grecia los escritos de Homero, como la Ilíada o la Odisea (aquí, este último se da ya más importancia al ser humano frente a otros seres mitológico) Hesiodo, o las fabulas de Esopo, estaban trufadas de dioses y criaturas mágicas. Lo mismo pasó en Roma en los escritos en verso de Virgilio (La Eneida o las Metamorfosis) o en prosa con autores como Apuleyo o Luciano de Samosata los cuales mostraron al mundo sus increíbles viajes fabulosos. Y finalmente, conectando la antigüedad con la Edad Media, nos encontramos con las sagas o Eddas vikingas, y en especial el Cantar de los Nibelungos.

Llama la atención, ya en el Medievo, que la iglesia utilizase el poder de las imágenes míticas y de las leyendas fantásticas de otrora imperios y los cristianizase a su gusto. Un ejemplo de ello es la leyenda de San Jorge venida de otros mitos de grandes guerreros y dioses de la antigüedad. Pasado un tiempo, todo este tema de la literatura fantástica fue acogido por los juglares o trovadores que en sus cantares itinerantes fueron ensalzando las gestas de los caballeros y de las damas por los pueblos y ciudades que pasaban. De ahí surgieron los cantares épicos de gesta que a la luz de espadas mágicas, gigantes invencibles y princesas heroicas se agruparon en tres grandes materias como son: la materia romana, que narra hechos de la antigüedad; la materia de Francia en donde se glosa la imagen de Carlomagno y se idealiza el Cantar de Roldan; y sobre todo la materia artúrica, quizá la más famosa de todas, en donde se narra las increíbles aventuras del rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda.

Llegados hacia finales de la Edad Media y principios del Renacimiento hemos de notar que el boom entre los lectores fueron sin duda las novelas de caballería, herederas de la materia britana o artúrica. El público sentía auténtica pasión por este tipo de novelas, las devoraba, y sentían que ellos mismos podían ser caballeros de lanza en ristre y ellas preciosas princesas que esperaban a su adalid en lo alto de las almenas. Esta pasión enfermiza fue uno de los detonantes de que tiempo después Miguel de Cervantes Saavedra escribiera El Quijote en donde se satiriza toda esta pasión desmedida por los caballeros y los reinos fantásticos donde moran. En España destacan obras como el Libro del Caballero Zifar (primera novela de aventuras de ficción en nuestro país) o las aventuras de mítico Amadís de Gaula escrito por García Rodríguez de Montalvo, y que tanta influencia tuvieron en la imaginación de posteriores escritores hispanos como Calderón, Quevedo, Lope de Vega, entre otros. Pero el interés de la fantasía no solo habitó en esta vieja piel de toro sino que también influenció a otros escritores de otras latitudes como Tomas Moro con su mundo ideal de Utopía o el hambre feroz de Rabelais con su Gargantua y Pantagruel. Aun así hay no que olvidar que todavía la iglesia tenía un poder muy fuerte en aquellos tiempos y que no veía con muy buenos ojos que la gente mirara a otros reinos de fantasia en vez de posarlos en Dios. Es por eso que muchos de estos libros fueron incluidos dentro de los listados de libros prohibidos y que la inquisición quemara muchos de ellos en la hoguera.

Durante el siglo XVIII destacaron sobre todo los libros de viajes a otros lugares del planeta, ya fueran conocidos o recónditos en los que destaca tras lo fantástico una gran sátira a los modelos de gobierno existentes en el viejo continente. Un ejemplo de ello son las obras de Jonathan Swift con Los viajes de Gúlliver; Daniel Defoe con su solitario Robinson Crusoe; o las increíbles mentiras del barón de Munchausen. Pero los límites de la fantasía son inexistentes y es por eso que en el siglo XIX el romanticismo y el nacionalismo imperante darán un nuevo empuje a esta materia. Es en este tiempo cuando cualquier género de cualquier tipo puede acoger este tipo de literatura. Ya sea la novela juvenil con escritores como Dickens, Stevenson, Kipling, Haggard; la gótica con Bram Stoker; y el renacimiento de las leyendas populares a través de los cuentos infantiles pergeñados por los hermanos Grimm o el polifacético Andersen. E incluso en España también se recopilan e iluminan cuentos de la tierra a manos de insignes escritores como Fernán Caballero, Pardo Bazán o Gustavo Adolfo Bécquer. Finalmente llama la atención como en el siglo XIX aparecerá también la mezcla de ciencia y ficción con escritores como Julio Verne o H. G. Wells los cuales tenderán puentes con la literatura pulp del siglo XX.

Hay que señalar que las llamadas novelas Pulp fueron novelas baratas pero que abrieron las puertas a muchos escritores de este tipo de género literario, al igual que hicieron las revistas Weird Tales o Amazing Stories. Pero lo que fue todo un aldabonazo a como es hoy la literaria fantástica fue sin duda la publicación del Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien. De ahí cualquier medio fue valido para este tipo de escritura. De sus excelencias son herederos cientos de escritores que nos deleitan hoy en día como por ejemplo J.K. Rowling y sus Harry Potter, Michael Ende y su Historia Interminable, C.S. Lewis y sus mundos de Narnia, o la gran saga de fuego y hielo descrito por George R. R. Martin. Como se puede ver todo es posible, y no solo dentro de los libros sino también en otros formatos como por ejemplo las que nos muestran los comics de Marvel o DC, el anime japonés y los dibujos animados de Disney, el séptimo arte, e incluso la vastedad electrónica de los videojuegos. En resumidas cuentas el género de la fantasía está hoy más vivo que nunca y es una suerte que haya llegado intacto y mejorado a nuestros días para que podamos volar a lugares en donde el tedio y la tristeza del mundo real no puede alcanzarnos. Breve Historia de la Fantasía es el Virgilio, que al igual que hizo con Dante, les llevara a ese imperio de la imaginación. Buen viaje.

jueves, 9 de mayo de 2019

EL IMPERIO DE LOS DRAGONES - Valerio Massimo Manfredi


Está en esa dirección. Mi país, mi hogar, mi familia… mi mujer prepara la comida, mi hija trae agua del río… ¿volveré a verlas? Yo creo que no. (Gladiador)

Desde las brumas del Muro de Adriano, hasta las ardientes arenas de Mauritania, y desde las valientes tierras habitadas por tozudos íberos hasta el corazón de los partos, los límites del Imperio Romano fueron extensos y legendarios, siendo por ello una de las superpotencias más grandes de la Historia. Pero no fueron un imperio cerrado, impermeable a las influencias exteriores que había más allá de sus propios limes. Otras culturas dejaron su huella en el modus vivendi romano, incluida también otra superpotencia muy alejada de las aguas prístinas del Mediterráneo. Se trata de la tierra conocida como Sera Maior, es decir la antigua y milenaria China. Aunque parezca increíble los chinos o habitantes de Todo Bajo Cielo sabían de la existencia de un territorio muy alejado de sus fronteras al cual llamaban Dan Qin o Gran Qin, al igual que los habitantes del Lacio tenían conocimiento de un mágico reino ubicado en el extremo del Indo. Actualmente, de manera anecdótica, sabemos que existieron algunos momentos en que el expansionismo romano y el chino de la dinastía Han tuvieron algunos puntos de conexión sobre todo por la famosa historia de la Legión Perdida de Craso en la batalla de Carrhae y su triste destino errante como esclavos hasta llegar a China y convertirse en fuerza mercenaria (los escribas chinos atestiguan que  existían unos soldados que efectuaban una técnica militar conocida como “la tortuga) dejando incluso descendencia en aldeas y regiones de la zona. Parece como si esta legendaria historia fuera lo único que se sabe del acercamiento entre ambos pueblos, pero existieron más contactos aunque estos quedaron olvidados en las arenas del tiempo.

Las relaciones entre Roma y China aunque no eran comunes sí fueron indirectas. Como he indicado anteriormente el expansionismo romano hacia Oriente sobre todo a partir del siglo I a. C y el mismo expansionismo de la dinastía Han hacía Occidente podían haber propiciado un entendimiento más directo entre ambos pueblos, pero el tapón existente que hubo por parte de los Partos y de los Kushans propició que estas relaciones se dilataran en el tiempo. Existieron varios intentos para conocerse mejor como por ejemplo la expedición del general Ban Chao en el 97 d.C, o las supuestas embajadas romanas enviadas a China por parte del emperador Antonino Pio y Marco Aurelio en el 166 d.C. El conocimiento que hubo entre romanos y chinos fue ante todo comercial pues la Ruta de la Seda propició el intercambio, esencialmente seda china y vidrio romano.

Todo este mundo de suposiciones y datos que todavía están siendo estudiado por expertos en historia antigua son los cimientos básicos que el arqueólogo y novelista Valerio Massimo Manfredi ha utilizado para construir su novela El Imperio de los Dragones. El autor de inolvidables narraciones mundialmente famosas como la trilogía Alexandros, o Talos de Esparta, nos ameniza esta vez con la increíble gesta de un grupo de legionarios romanos que por tristes avatares de la vida acaban sus días en el reino de Todo Bajo el Cielo, muy al estilo de los famosos mílites de la Legión Perdida. La acción comienza en las fronteras orientales del Imperio Romano, en un destacamento alejado de Antioquía, cuando una insidiosa conspiración derroca al emperador Licinio Valeriano (190 – 270 d.C). Su guardia personal es capturada por el rey Shapur I de Persia empezando desde ese mismo momento un calvario de esclavitud en el que destaca la figura del pretoriano Marco Metelo Aquila, que gracias a su tesón y valentía, se convierte en prioritaria al mantener vivos a sus compañeros. Su errante y peligroso camino les lleva desde las arenas ardientes del imperio parto, las ubérrimas y traicioneras tierras de la India y las increíbles cimas del Himalaya hasta un lugar misterioso para ellos... China, hogar de la seda y de unas extrañas frutas conocidas como naranjas. Allí nuevamente son apresados y para sobrevivir deciden poner su espada de legionario al servicio de un príncipe chino destronado que ansia recuperar el trono. Así pues, a partir de ese momento, en el jefe pretoriano conocido ya como El Águila se fusiona el modo de vida romano, disciplina y coraje, junto con la sabiduría del nuevo hogar al que han llegado. Un choque de civilizaciones en el que ambos pueblos sacan provecho, haciendo que el águila romana sea una con la fuerza del dorado dragón de la tierra de la seda.

Como verán nos encontramos ante una novela histórica de aventuras bastante entretenida que hará las delicias de todos los amantes de la historia antigua y de los que busquen relatos sorprendentes de aquella época. Siguiendo la costumbre de otras novelas del mismo autor su estilo es bastante ligero y muy sencillo de leer. Las acciones son rápidas dejando al lector muchas veces sin aliento y sin saber en que punto dejar el punto de lectura. Es decir que nos encontramos con una novela ideal para viajes en tren o momentos de asueto en vacaciones. Pero aunque este libro de Manfredi se convierta en algunos momentos en un cruce entre Tigre y Dragón y Gladiator, con una línea argumental muy al gusto cinematográfico, hay que reconocerle algunos puntos a favor como por ejemplo el que en la novela se haya adentrado en un campo un tanto desconocido para el gran público y que a la vez nos enseñe cómo se encontraba en aquellos momentos el imperio chino. Aun así podemos restarle algún punto como algunas escenas en que parece que esta entretenida historia se convierte en una película de artes marciales en la que los legionarios romanos aprenden a usar sus gladius al estilo shaolin con unos movimientos imposibles para el ser humano. Como he indicado antes El Imperio de los Dragones, de Valerio Massimo Manfredi, es una novela histórica de ritmo vertiginoso, épica, que aunque no creo que pase a la posteridad por su estilo ligero, creo que vale la pena que la conozcan para de este modo vivir las aventuras de unos valientes legionarios que por avatares de la vida conocieron un pueblo fascinante al recorrer caminos que ningún romano había pisado antes.