Ricardo I de
Inglaterra (1157-1199) es uno de esos personajes en donde la leyenda y la
verdad histórica se entroncan creando uno de los seres más icónicos que han
existido en el imaginario público. Fue un
rey de lo más espectacular pues siempre o estaba batallando o se hallaba
envuelto en alguna aventura sin fin. Pero es que hasta su muerte fue de lo más
curiosa. Después de volver de la Tercera Cruzada estuvo enfrentado con el rey
francés Felipe II quien intentaba quitarle sus posesiones en Francia. Al rey inglés le iba
bastante bien en aquella contienda, pero su buena suerte se acabó cuando llegó
hasta el castillo de Châlus-Chabrol. El 25 de Marzo de 1199, mientras Ricardo inspeccionaba
los exteriores del castillo, un ballestero le disparó una flecha con tan buena puntería
que le acertó entre el hombro izquierdo y el cuello. La extracción de la flecha
se complicó y eso le llevó a contraer gangrena. El rey estaba sentenciado.
Antes de morir mandó llamar a su presencia al ballestero que le había disparado,
y ante la sorpresa de todos se pudo comprobar que el regicida era solamente un
niño el cual había disparado desde la muralla con la idea de vengar a su padre
y a dos hermanos que el propio rey había asesinado. Ricardo le perdonó y como
último acto de piedad le dijo lo siente: “Continúa viviendo y por mi recompensa
contempla la luz del día” Después de lo liberó (aunque otros dicen que al rato lo
mataron) además de darle 100 chelines como recompensa. Tiempo después fueron
los propios cronistas medievales quienes al narrar de manera dramática lo
sucedido dejaron escrito que fue una simple hormiga quien derrotó al león.
sábado, 28 de octubre de 2017
jueves, 26 de octubre de 2017
LA INTELIGENCIA DE TALES DE MILETO
Al faltar
escritos de primera mano de los llamados Siete Sabios de Grecia, alrededor de
ellos se ha originado un buen número de anécdotas que nos acercan de manera más
o menos fidedigna a sus vidas. Un ejemplo de ello lo tenemos acerca de lo avispado
que fue una vez Tales de Mileto (639 o
624 – 547 a. C). Aristóteles nos cuenta que éste estaba harto de que sus contemporáneos
se rieran de él diciéndole que era pobre, un inútil, un vago y que tenía la
cabeza llena de pajaritos (aunque algo de razón debían de tener porque una vez
se cayó a un pozo mientras observaba los astros). Sea como fuere, Tales, para
demostrar que se equivocaban quiso enriquecerse de la noche a la mañana y así
demostrarles lo inteligente que era. Y lo hizo de la siguiente manera: una vez,
por medio de la astrología, averiguó como iba a ser la recolección de aceitunas
ese año. Cuando lo supo recolectó una pequeña cantidad de dinero y se dirigió a
Mileto y Quíos a arrendar todas las
prensas de aceite que hubiera. Así que cuando llegó la recolección de la
aceituna (que casualmente fue muy abundante ese año) fueron muchos los que
quisieron usar dichas prensas para transformar sus aceitunas en aceite, con lo
que de la noche a la mañana Tales se convirtió en un hombre adinerado. Con esto
quiso demostrar que el hombre también puede enriquecerse con la filosofía no
solo en espíritu sino también materialmente.
miércoles, 25 de octubre de 2017
EL PRIMER CENTRO DE TRANSFUSIÓN DE LA HISTORIA
A comienzos de
la Guerra Civil Española (1936 – 1939), el doctor barcelonés Frederic
Durán-Jordá acudió al Hospital 18, en Montjuic, con la intención de trabajar
con los heridos que llegaban desde el frente de batalla. Después de estar unos
días colaborando y curando heridas sin descanso empezó a darse cuenta de que la
necesidad de sangre que debía transfundirse era superior a la que podía ofrecer
un paciente en las transfusiones directas, además de observar que en la mayoría
de las ocasiones dicha sangre llegaba a cuentagotas al frente (y eso si
llegaba). Así que junto con el Servicio
de Sanidad del Ejército Republicano creó el primer centro de transfusión de
sangre del mundo. La misión que tenía este Servicio Oficial era almacenar la
sangre conseguida mediante donaciones y después o bien llevarla a los
militares a través de unidades móviles o bien a los civiles que igualmente
sufrían bajo los bombardeos.
lunes, 23 de octubre de 2017
LA FILOSOFÍA EN 100 PREGUNTAS - Vicente Caballero de la Torre
Como me dijo una
vez un profesor en la universidad: desde que el hombre se irguió sobre sus dos
piernas y pensó qué había más allá del horizonte, ahí, precisamente ahí, nació
la filosofía. Y en verdad tenía razón, pues esa bella disciplina, ese estudio
de pensar y razonar del ser humano siempre ha estado con nosotros desde
entonces. Da pena pensar que en este mundo tecnológico en que poco a poco
entramos, en este mundo tan frio en el que el razonamiento es sustituido por un
botón, la filosofía aparece como una disciplina en vías de extinción. ¿Para qué
pensar si nos lo dan todo hecho? El error es pensar que esta disciplina es
solamente una asignatura más para acceder a la universidad y que solamente
sirve para ganar una nota académica. Pero quien piensa eso esta errado pues la filosofía
es más que eso, ya que es la forma en que el ser humano contempla todo lo que
le rodea, como lo concibe y como plantea el más allá. Es por eso que es bueno,
a veces, acercarse algún libro que nos enseñe de manera lúdica y didáctica como
evolucionó el pensamiento humano y cuáles fueron las formas de entendernos a lo
largo de la Historia. Sobre filosofía se han escritor miles de volúmenes durante
siglos, pero este hecho no es óbice para presentarles un libro bastante curioso
titulado La Filosofía en 100 preguntas,
englobado dentro de la colección de Nowtilus “100 preguntas esenciales”.
Sin temor a
equivocarme, este ejemplar escrito por Vicente Caballero de la Torre es ante
todo un libro de lo más peripatético. Vaya palabra tan rara ¿no? Si dejan que
les explique verán que no yerro del todo. En la Antigua Grecia, más
concretamente en la Escuela de Aristóteles, los alumnos que se acercaban al
venerado filosofo no se sentaban en pupitres como hacemos en la actualidad sino
que andaban de allá para acá conversando, pensando y lanzándose preguntas unos
a otros con las que razonar qué era la vida. En griego antiguo peripatein significa pasear y por eso se
les llamó peripatéticos. Y en verdad este libro también lo es, pues nos enseña
en 100 preguntas básicas y muy inteligentes, más bien nos lanza, cuestiones filosóficas
y preguntas esenciales del pensamiento
del ser humano y nos son respondidas de manera tan aguda que poco a poco nos
hace acercarnos poco a poco a la Historia de la Filosofía de forma natural y no
abstrusa.
Y no son
preguntas soltadas al azar sino que a lo largo de sus hojas nos hace ver los
pilares básicos de la filosofía a la vez que nos hace observar como éstos han
evolucionado a lo largo de la Historia. La forma en que los humanos hemos
contemplado la Ética, la Metafísica, la Lógica, la Razón, e incluso la Religión
están esbozados de manera brillante en este ensayo de Vicente Caballero de la
Torre. Lo hace de manera sencilla y nada enrevesada (como ha debido ser siempre
el aprendizaje de la Filosofía) y nos descubre a filósofos inolvidables, escuelas de pensamiento que
nacen y mueren, luchas entre distintos tipos de pensar y razonar sobre un mismo
tema, hasta curiosidades de lo más entretenidas que más de una vez nos van
hacer soltar alguna sonrisa de complicidad.
Gracias a este
ensayo, La Filosofía en 100 preguntas,
podremos contemplar cómo esta rama del saber es un animal vivo con el que otras
muchas otras materias como la astronomía, la política, la economía, o incluso
las artes liberales han llegado a prosperar hasta como las conocemos hoy en
día. Vicente Caballero de la Torre nos enseña a filosofar y apreciar la Filosofía
no como un ente muerto en una gris escuela, sino una forma de comprender el
mundo en el que vivimos.
jueves, 5 de octubre de 2017
BAUTIZANDO NIÑOS EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
En la Primera
Guerra Mundial, en el bando italiano, había un general llamado Luigi Cardona
(1850 – 1928), que al parecer, como buen heredero de Virgilio, le gustaba mucho
la poesía. Tanto que cuando mandaba los partes de guerra lo hacía de manera
lírica. Un ejemplo: “La nieve en las altas cimas y la niebla en los húmedos
valles dificultaban nuestras operaciones”. La verdad que daba gusto leerlos.
Además cuando terminaba de escribirlos siempre dejaba su sello personal que
consistía en poner al final Firmato
Cardona. Pues bien, cuando al ejército italiano le iban bien las cosas, y todo era ilusión patriótica (antes del
desastre de Caporetto (1917)), la gente pensaba que Firmato era el nombre de
pila de aquel general por lo que mucha gente comenzó a ponerle a los recién nacidos
el supuesto nombre, con lo que Italia se llenó de cientos de firmatos.