En la época de la Navidad se observa una curiosa tradición que es la de besarse bajo una ramita de muérdago. ¿Cuántas veces no hemos leído o visto en libros y películas la pícara escena de una persona que saca de su bolsillo, como quien no quiere la cosa, un poquito de muérdago o señala a su pareja otro retazo del mismo colgado de una puerta a la vez que aprovecha para darle un beso con la excusa de que es una tradición? Pues bien, esta costumbre no es algo que se hayan inventado las empresas y grandes almacenes en la actualidad sino que viene de tiempos más antiguos, más místicos podríamos decir. Precisamente de la época de los celtas. Primero hay que señalar que el muérdago es un arbusto parasitario que solo crece en los árboles de hoja caduca y de forma más extraña en los robles. A los druidas, que siempre buscaban signos del más allá, les llamaba mucho la atención que en aquellos árboles que supuestamente estaban muertos en otoño o invierno creciera un pequeño arbusto verde, o lo que es lo mismo encontraran un elemento de vida sobre algo que no podría engendrar nada. Así que con sus cuchillos y hoces (como los que usan los druidas de las aventuras de Asterix el galo), cortaban con mucho cuidado este arbusto con la intención de usarlo para sus pociones y remedios medicinales a la vez que mágicos. En especial estaban interesados en el muérdago blanco (viscum album album), el pata negra de los muérdagos, que tiene unos frutitos redondos blancos.
Ya hemos mencionado que los druidas lo utilizaban para hacer remedios o ungüentos pero igualmente consideraban que era afrodisíaco, que potenciaba la fertilidad y daba paz y amor en abundancia. Es por ello que se empezó a colgar en las puertas de los hogares una cuerdecita o hilo del que pendía un poco de muérdago con la intención de convocar esos efectos tan beneficiosos sobre sus habitantes y de esta manera traer muchos hijos al mundo. Así pues quien entraba en una casa y veía un poco de muérdago colgando encima de su cabeza tenía la obligación (si quería quedar bien) de abrazar y besar a sus ocupantes. Con el paso del tiempo, no se sabe muy bien cómo, esta costumbre celta fue incorporándose a las tradiciones navideñas seguramente debido a que se empezaron a utilizar ramas de muérdago en las decoraciones de las casas y a que más de un tímido le vino muy bien esta tradición milenaria para conseguir el beso de una persona querida.