Hoy no les voy hablar de ningún personaje histórico, ni de ninguna anécdota controvertida. Les voy a hablar de un elemento que nos rodea continuamente, y que sí además eres asturiano, gallego o cántabro, o vives en una selva tropical mucho mas… les presento al color verde.
No es un color cualquiera, ni más bonito ni más feo que otros, pero está rodeado de muchas connotaciones y peculiaridades que le permiten casi ser de la familia. Esta tonalidad luminosa es a la vez anunciadora de esperanza en tiempos difíciles; intimidadora y amenazante con aquello de más verdes las han segado; e incluso coplera porque quién no ha oído aquello de ojos verdes, verdes con brillo de faca… Lo tiene todo, vamos. Pero lo que muy poca gente sabe es que este color no solo se viste de faralaes sino que en la antigüedad era un elemento de culto.
Este hecho lo supieron apreciar los bizantinos en sus bibliotecas pues se dieron cuenta de que este color tenía algo que lo hacía anestesiante. Por ello es que en sus centros de enseñanza allá en Constantinopla y más concretamente en las bibliotecas se colgaran en los techos, cada ciertos metros, unas telas de este color para que los estudiante o sabios, cuando se sintieran cansados posaran sus ojos en la altura y al mirar los estandartes vedes relajaran la vista. Esta obsesión incluso fue más allá llegando a decorar los suelos y techos con mármol verde veteado, muy bonito él, como nos dice San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías.
Como se vera, la importancia de este color no solo tiene motivos folclóricos o sociales (que se lo digan al Betis Balompié), sino también culturales. Ahora les animo a ustedes a que cambien el fondo de pantalla del monitor de su ordenador a tonalidad verde y verán lo que descansa su aparato visual.
En verdad, lo que sabían estos bizantinos… ver para creer.
Buenas lecturas