jueves, 8 de septiembre de 2011

EL TÍO CAMUÑAS



¡Que viene el Tío Camuñas! ¡Que viene y te va a comer hasta los huesos! Cierra los ojos y duérmete, mi tesoro…

Estas tiernas amenazas las hemos escuchado desde pequeño. Y para bien o para mal, casi nunca hemos analizado estas palabras. ¿Quién era el tal Camuñas, y por qué quería comernos? ¿En verdad era tan grande su apetito? Para que sepan en verdad quién era les diré que realmente no era un monstruo glotón sino una persona de carne y hueso, llamada Francisco Fernández, nacido en Camuñas, Toledo, en 1762, y al que le gustaba que sus amigos le llamaran Francisquete.

Cuando se produjo la invasión napoleónica y posterior Guerra de la Independencia, Francisco y su hermano Juan Fernández fueron de los primeros en La Mancha que decidieron enfrentar sus trabucos y navajas contra las espadas imperiales francesas. Aquella cuadrilla pasaba su tiempo atacando como un rayo al enemigo y ocultándose en las casas de las pueblos más cercanos, hasta que un día uno de los ataques salió mal y los cazadores pasaron a ser la presa. Fueron arrinconándolos en el pueblo familiar de Camuñas y quedaron encerrados en una casa utilizándola de verdadera fortaleza. Las horas fueron pasando y le defensa enconada de los hermanos hizo que los franceses fueran dejándose numerosos cuerpos en el intento de acabar con los hermanos Fernández. Pero con el tiempo no pudieron resistir y tuvieron que rendirse. Francisco consiguió escapar con la confusión pero el hermano se entrego al enemigo ya que estos le habían prometido que no le harían nada. Pero todo fueron mentiras ya que en cuanto le pusieron la mano encima a Juan lo desnudaron y le ataron a las aspas de un molino acribillándolo a bayonetazos.

Este espectáculo tan macabro fue presenciado por Francisquete desde un lejano arbusto y desde ese momento se juramentó para acabar con cualquier francés que se le pusiera por delante. Organizó una nueva partida y se volvió a echar al monte, ahora no como patriota sino como auténtico ángel de la muerte. Durante un tiempo arrasó todo el Camino Real que va desde Jaén a Madrid, haciendo que la sola mención de su nombre metiera el miedo a cualquiera de sus enemigos. Pero en 1811 fue traicionado y fusilado en las murallas de Belmonte. Para honrar al contrario caído, el general francés D’ Armagnac decidió que se le rindieran honores y le enterraran con sus armas en la Iglesia Colegial de Belmonte.

Aquí acabó el papel protagonista de nuestro buen amigo Francisquete… entonces ¿por qué se le ha rodeado de un halo de terror y ha servido como espanto a los niños? Parece ser que la leyenda de nuestro héroe ha sido contaminada desde el mismo momento de su muerte por varios factores. En un principio por los mismos franceses ya que la figura de Francisco Camuñas se hizo tan mítica que lo confundían muchas veces con cualquiera que se apareciera delante de ellos con una hoz o una buena faca inundando con su miedo a sus correligionarios y gentes de las aldeas ocupadas. A eso hay que añadir que en la región de Cataluña existe un personaje pavoroso, llamado Camunyes que tenía una boca descomunal y unos dientes enormes y afilados con los que podía devorar los huesos de los niños perdidos e inocentes como si fueran merengues. En cambio para otros un Camunyes es solamente un diablillo travieso que se divierte haciéndoles perrerías a los humanos.

He aquí un caso particular de cómo un guerrillero pasó de convertirse en un adalid de la patria a convertirse en un ser terrorífico. Aun así no creo que a nuestro guerrero le moleste mucho cuando se diga como por ejemplo en Extremadura “que te lleva el Camuñas”, pues de esta manera la memoria de Francisquete nunca será olvidada durante muchos años.