viernes, 4 de noviembre de 2011

LA CRISIS DE LAS CAROLINAS



Por: José Antonio

Si yo les dijera que parte de las islas paradisíacas del pacífico pertenecieron también al Imperio Español habría gente que lo pondría en duda, dado que no se trata de una zona incluida dentro de las zonas que se enseñan en las escuelas: América, Filipinas, Europa. Pues las Islas Carolinas, con sus playas de arenas blancas, sus arrecifes de coral, sus aguas transparentes, sus palmeras, pertenecieron al Imperio y provocaron una crisis internacional entre España y el Imperio Alemán durante los años finales del siglo XIX.
Las Islas Carolinas fueron incluidas dentro de la jurisdicción española por el tan hispánico método de “tomo posesión de estas tierras en nombre de…”. Durante el viaje de Juan Sebastián Elcano y Magallanes llegaron a estas tierras, pisaron su suelo, tomaron posesión, recogieron agua dulce para aprovisionar las naves y… se fueron. No se fijaron puestos militares ni se colonizaron dichas tierras. Simplemente se tomó posesión.

A finales del siglo XIX, en plena fiebre colonizadora por parte de las potencias europeas, el Imperio Alemán al mando del general Bismarck se fijó en dichas islas para instalar delegaciones comerciales para el comercio con Asia. Hay que tener en cuenta que Alemania se había quedado un poco fuera del reparto colonial de África, Asia y Oceanía y necesitaba expansionarse. Fue entonces cuando en España se dieron cuenta de que esas islas pertenecían al Imperio. Así que allá que mandamos desde Manila fragatas de combate para hacer prevalecer los intereses de España en unas tierras que durante más de 3 siglos ni siquiera existían.

Los alemanes instalaron allí sus delegaciones comerciales y, evidentemente, cuando los españoles les dijeron que se marcharan, que aquello era territorio de Su Majestad, les respondieron que verdes las habían segado y que se fueran por donde habían venido. En España se desató una verdadera ola patriótica con el tema de las Carolinas con manifestaciones en la Puerta del Sol y ataques a comercios y la embajada alemana en Madrid. Todo hacía prever que España y el Imperio Alemán se enfrentarían en una guerra por unas islitas del Océano Pacífico.



Sin embargo, al final triunfó la diplomacia que, como siempre, hizo que España perdiera en las negociaciones: Alemania podría seguir comerciando pero España tenía la jurisdicción sobre los territorios. Es decir, que nos quedamos con las tierras y los alemanes con el dinero.