Desde su nacimiento en plena Edad Media, la Casa de Alba siempre fue belicosa. Siendo el mayor representante de la nobleza en España, este linaje siempre ha estado en todos los asuntos trascendentales de la historia de nuestro país. Unos fueron más guerreros que otros, pero esa sangre castrense no se ha perdido a lo largo de los siglos aunque las costumbres se hayan moderado. Y si no que se lo pregunten a uno de los ancestros de la archifamosa Cayetana Fitz-James Stuart, jefe actual de la Casa de Alba, Jacobo Fitz-James, XV duque de tan rancio abolengo.
Parece ser que aunque fue uno de los Alba más atípico de la saga, en alguna ocasión demostró que también era hombre de armas tomar. En 1853 llegó a Madrid el nuevo embajador de Estados Unidos, Pierre Soulé, con la intención de comprar al estado español la isla de Cuba. Esta propuesta cayó como una bomba entre la aristocracia española de la época causando el rechazo unánime de todos los nobles. Durante un baile al que había sido invitado el embajador, éste se sintió tremendamente insultado por un comentario que hizo el duque de Alba, por lo que le exigió una compensación. Jacobo no quiso disculparse, y debido a ello se llegó a un duelo de honor.
Este lance se produjo bien temprano en una finca de Los Carabancheles, entonces a las afueras de Madrid, pero aunque se cruzaron las espadas con gran apasionamiento, la sangre no llegó al río. Los padrinos dieron por finalizado el duelo yéndose cada uno por su lado, demostrando Jacobo a todo el mundo que el honor de los Alba seguía vigente e intacto.