Lo reconozco. Soy culpable. Lo confieso. Admito que he estado en numerosas presentaciones de libros, en distintos sitios, con diferentes personas. Las ha habido más entretenidas que otras, más soporíferas en duración y más lúdicas, de todas formas y colores. Sí, he analizado con mis letras cada una de ellas… pero la de ayer en la Casa del Libro de Gran Vía (Madrid) fue distinta a las demás, y por qué no decirlo, curiosa en extremo. Déjenme que les explique y sabrán el motivo de mi expectación.
Corría una tarde de Marzo nada ventoso (también hay que decirlo), cuando, como buenos hermanos, fuimos congregados en buena hora, por la editorial Nowtilus, en la susodicha librería ya mencionada, para la presentación de una de sus más recientes novedades, Portentos y Prodigios del Siglo de Oro, escrito por el insigne escritor Luciano López Gutiérrez. Y he aquí que empiezan mis sorpresas desde el primer momento, pues cuál no fue mi admiración al observar con estas dos luminarias que tengo por ojos que el aforo estaba a reventar no solo por la humana figura sino por el orgullo de presenciar el bautismo de un libro que no solo va a ser ojeado por las mentes más preclaras sino que también será piedra angular para los más excelsos expertos en literatura e historia de aquel siglo de dorado continente.
Como les decía, no cabía un alfiler en la sala. Lleno total del aforo. Y no era para menos pues en aquella sala, de tan vetusta librería, se habían congregado varias generaciones de lectores, desde los más avezados en antigüedad hasta los más jóvenes de reciente cuño, que quisieron homenajear a su profesor con su presencia. Con meridiana puntualidad, a eso de las 19:30 horas, comenzó la presentación de la obra y de los contertulios de la mano de la editora Isabel López-Ayllón, que con modulada voz nos presentó uno a uno a los ponente y padrinos de la obra, todos ellos, y eso es de agradecer, amigos del autor. Por orden: José Manuel Pedrosa, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares; Alonso Guerrero, profesor de literatura y artista de la escritura, es decir, escritor; y el propio artífice y heraldo de los portentos áureos Luciano López-Ayllón.
La presentación se dividió exactamente en dos partes. Comencemos con la primera. En ésta José Manuel Pedrosa, primero, y posteriormente Alonso Guerrero, con unas hojas de admiración a su buen amigo Luciano (ambos antagónicos enemigos del “robaperas” de Calixto y amantes del eterno cojo, es decir, Quevedo) glosaron las cualidades del autor mostrando las habilidades y buen hacer que ha tenido para confeccionar su obra, pues en el no solo se centran la excelencia de escritor sino el interés y el buen gusto que ha tenido para escribir cada página de Portentos y Prodigios del Siglo de Oro. Cuando ambos escritores terminaron las loas, el mismo Luciano decidió abrir el mundo mágico y brillante de su obra mostrándonos a la vez qué vamos a encontrarnos en ella. Para ello que mejor manera que dar el relevo a tres mosqueteros de la lectura oral que nos sumergieron a base de artículos en un mundo que para los que habitaban en aquellos siglos imperiales eran tan creíbles como lo son ahora internet o el futbol. Con voces melodiosas, articuladas casi de manera cinematográfica, nos llevaron a recovecos de la memoria histórica haciéndonos sentir en distintos momentos como personas que por un lado viven de la realidad pero también gustan de oír aquellas viejas leyendas que nos muestran que otro mundo puede existir en nuestra imaginación. Con aquellas lecturas, difícil es conocer a la persona que tras terminar esta presentación no acudiera raudo a adquirir este fantástico volumen el cual nos pone en conexión con aquellas silvas y misceláneas que tanto admiraban nuestros ancestros.
Como empezó se acabó, tal fue la magia del momento pareciéndonos que el tiempo jugaba con nosotros pues aquella hora se nos hizo rauda como ruedas de carro apolinio. Nada más terminar, una gran ovación cerró el acto, y no era para menos pues, aunque no nos diéramos cuenta, habíamos tenido la suerte de presenciar el nacimiento de un libro excelente que hará las delicias de todos aquellos que quieran saber como era el lado más incierto y oscuro en aquella memoria de los siglos de Oro.