Las opiniones están divididas. Unos dicen que fue hombre y otros que mujer, pero fuera una cosa u otra hay que decir que entró por la puerta grande en la historia de la tauromaquia y de las libertades. María Salomé Tripiana (Senés, 1878) tomó la alternativa en Madrid en 1900 cosechando a partir de entonces gran cantidad de éxitos. Estuvo de gira durante siete años toreando tanto en plazas menores, como en las más grandes de España (Bilbao o Almeria) o del extranjero (Portugal). Era tan conocida que los mejores toreros de su tiempo, como el Lagartijo o Machaquito no tuvieron ningún problema en torear junto a ella.
Pero en 1908 el Gobierno de ese momento truncó su meteórica carrera al promulgar una ley en la que establecía que era una indecencia que las mujeres torearan. Ante el miedo de perder su oficio Maria Salomé se quitó la peluca y los pechos falsos que llevaba consigo y demostró que era un hombre travestido llamado Agustín Rodríguez. Esto lo hizo por miedo y porque creyó que no les importaría su sexo sino lo excelente que era en el albero. Pero desgraciadamente se equivocó pues la gente empezó a darle la espalda y a cerrarle las puertas de las plazas de España.
Pero con la República llegó una nueva oportunidad para él pues una de las primeras cosas que hizo el nuevo gobierno fue eliminar esa injusta ley y permitir que hombres y mujeres pudieran hacer el oficio que más les gustara en igualdad de oportunidades. Apareció de nuevo con un nuevo nombre Angelaños Rodríguez Tripiana y para ponerse a punto comenzó a torear en novilladas por media España. Pero el mundo había cambiado y ya no tenía tanto éxito como cuando empezó. Se sabe que a los 60 años actuó en un festejo nocturno en la Plaza de las Ventas. Esos fueron sus últimos capotazos.
La última noticia que tenemos de él nos lleva a la provincia de Jaén donde se le vió como guarda jurado en un coto minero. Murió en 1942, olvidado por todos y mascando la pena de no haber sido comprendido en su tiempo.