En el siglo XVI un grupo religioso conocido como Los Alumbrados propuso una nueva interpretación del cristianismo. Sus pilares básicos fueron las ideas de Erasmo de Rótterdam y el misticismo cristiano. Los focos más importantes de su prédica se dieron en Andalucía y Castilla, sobre todo Valladolid, aunque les gustaba más reunirse en pequeñas localidades para tener más intimidad en sus reuniones. Algunas figuras importantes de su tiempo fueron asociadas a este movimiento como por ejemplo San Ignacio de Loyola, San Juan de Ávila o la misma Santa Teresa de Jesús.
En un principio no fueron acosados por las autoridades religiosas debido a que el erasmismo no estaba todavía perseguido en la corte de Carlos V, y que tenía el apoyo de algunos nobles como el Duque del Infantado, o las simpatías del mismo Inquisidor General Alonso Martínez, que no venía nada hostil en las ideas de Erasmo. Pero lo que en un principio era tolerado por la iglesia a partir de 1525 comienza a ser perseguido con saña. Existen varios factores que llevaron a esta situación. Por un lado los alumbrados comenzaron a criticar los abusos de poder que existía entre el clero; por otro religiosos más intolerables, hijos de la Contrarreforma no veían con buenos ojos que estas personas interpretaran las escrituras con toda libertad ni que hicieran oración prefiriendo la forma mental a la vocal, lo que lleva a la eliminación del intermediario, es decir al religioso. Es por ello que la iglesia, temiendo perder sus privilegios, se sintió atacada, emitiendo ese año de 1525 la primera condena a este movimiento a la que seguiría una furibunda persecución a partir de 1529 acusándoles de confraternizar con las ideas de Lutero. Ese año el inquisidor general Alonso Manrique cae en desgracia y los alumbrados se quedan sin protección estatal. Estaban condenados.