Fernando VII tuvo en total 4 esposas. Buscando tener un hijo varón no dudó al final de su vida en casarse con su propia sobrina Maria Cristina (1806-1878) hija del rey de Nápoles, con la que tampoco engendró ningún hijo sino, al revés, dos hijas. De las dos, la mayor sería reina con el nombre de Isabel II. Pero tres años después en 1833 Fernando VII moría quedando Maria Cristina como regente de la corona, viuda y con dos hijas pequeñas a las que cuidar.
Aun así, el luto por el fallecimiento de su esposo no debió de durarle mucho (las penas con pan son menos penas) ya que tres meses después se casó en secreto con un guardia de Corps llamado Fernando Muñoz y Sánchez, duque de Riánsares, el cual era hijo de una estanquera de la ciudad conquense de Tarancón. Pero ¿por qué se hizo este matrimonio en secreto? La razón de este hecho hay que buscarlo en el testamento del anterior rey que estipulaba en una cláusula que si la reina regente, María Cristina, volvía a casarse sería despojada de la regencia y de todos sus títulos.
Pero lo que la reina quería ocultar era para el común de todos los españoles era un secreto a voces. Un auténtico escándalo en ese momento. Era tanto el miedo que tenía a perder todo lo que tenía que hasta el final de la Primera Guerra Carlista tuvo que esconder cuatro veces sus embarazos. En total tuvo siete hijos con su nuevo esposo. Es sabido que María Cristina siempre tuvo más cariño a los hijos habidos con Fernando Muñoz que con Fernando VII, produciendo terribles faltas de afecto en sus dos primeras hijas, además del desconcierto que debieron de sentir al ver otros niños en palacio que decían que eran sus hermanos.
De esta turbulenta decisión no dudaron en sacar tajada algunas personas, como por ejemplo Espartero quien chantajeo a la reina regente diciéndole que si no le cedía la regencia desvelaría a todos el terrible secreto. Ante esto no tuvo más remedio que abdicar y ceder el poder al general. Aunque no sirvió de mucho pues tiempo después, a toro pasado, lo divulgaría. Te hice duque, pero no he logrado hacerte caballero, le reprocho después la soberana. Maria Cristina y su esposo, que en el exilio pasó a llamarse simplemente Señor Medina, emprendieron viaje a París, no volviendo a España hasta 1843, año en el que se produjo la caída de su enemigo.
Ya en el país, se volvieron a casar pero esta vez oficialmente. Para no caer en la bancarrota se dedicaron a hacer suculentos negocios en el sector ferroviario y la sal, los cuales les producirían pingues beneficios a la vez que el odio de gran parte de la población.