Supo ser rey y enseñar a que lo fuesen otros
En 1513, Nicolás
Maquiavelo escribió en su encierro de San Casciano uno de los libros más
importantes de la literatura universal: El
Príncipe. Éste glosa las cualidades que ha de tener un gobernante para
dirigir un Estado y no perder poder mediante la astucia y la sabiduría. Pero
aunque el libro fue dedicado a Lorenzo II de Médici, duque de Urbino, ¿a quién
esta dirigido? ¿En quién se inspira el florentino para fijar su ideal de Príncipe?
Existen muchas teorías al respecto pero la que más fuerza cobra nos señala no a
un dirigente italiano sino a uno de la Península Ibérica: Fernando II de
Trastamra, rey II de Aragón, de Navarra, V de León y de Castilla, rey de
Sicilia y Nápoles más conocido por la posteridad como El Católico, nombre dado por su santidad Alejandro VI. Durante
bastantes años la figura de Fernando ha quedado un tanto oscura por la titánica
imagen de su esposa Isabel de Castilla, también conocida por la posterioridad
como La Católica, pues la historiografía (sobre todo castellana) ha querido
ponerle en un segundo lugar en la ingente tarea de crear una España federal a
imagen y semejanza de la que posteriormente forjaran los futuros Austrias. Pero
los avances históricos y la sensatez de los nuevos estudiosos han colocado a
Fernando II en puesto predominante, junto con su esposa, tanto monta, y ya el
brillo que vio en el Maquiavelo comienza a ver la luz actualmente enseñándonos
como éste ha encarnado el espíritu renacentista y como gracias a sus dotes diplomáticas
y guerreras (¿pues que habría sido de Isabel sin su ayuda en la guerra civil
castellana?) pudo crear de la nada un nuevo estado moderno en aquel confuso
siglo XV. El libro Breve Historia de
Fernando el Católico, de José María Manuel García-Osuna y Rodríguez se une
a esta nueva línea histórica que revela en toda su amplitud la epopeya de un
rey que con su inteligencia supo ser el padre de un imperio donde nunca se
ponía el sol.
Por tanto es
hora de redescubrir, gracias al gran ensayo de García-Osuna, a Fernando de Trastámara.
Hijo de Juan II y de su segunda esposa Juana Enríquez, el futuro rey Católico
vino al mundo en Sos un 10 de Marzo de 1452. Sus primeros años los pasa en
Barcelona y en 1456, en el mismo momento que su padre es coronado nuevo rey de
Aragón, pasa automáticamente a ser heredero de aquella corona. Pronto ha
comienza su andadura política ya que solamente tiene diez años (1462) cuando estalla
la Guerra Civil de Cataluña donde actuará como lugarteniente general. Tantas
son sus dotes que gracias a su diplomacia e inteligencia pronto consigue un
acuerdo de paz. Su padre está tan orgulloso de él que en agradecimiento por los
servicios prestados le cede la regencia de Sicilia. En 1468 muere su madre (lo
más seguro que de cáncer de mama) y aunque su dolor es muy grande su idea es
forjar una paz duradera en el territorio catalán, consiguiéndose ésta en las
capitulaciones de Pedralbes (1472) donde se pone fin a la guerra civil a la vez
que Fernando demuestra al mundo sus primeros éxitos como gobernante. Pero su
padre, Juan II prefiere ir más allá y afianzar la estela dorada de su hijo señalándole
la senda de un matrimonio político. Y la solución a esta siempre difícil para
ambos es obvia: Isabel de Castilla, hermanastra del controvertido Enrique IV
quien tras la muerte del infante Alfonso es confirmada como futura reina en los
acuerdos de los Toros de Guisando. En 1469 se establecen las condiciones del
casamiento entre ambos contrayentes en las Capitulaciones de Cervera y meses después,
el 19 de Octubre se celebra el casamiento en Valladolid (posteriormente
sancionado religiosamente por el Papa Sixto IV en 1471 debido a que ambos eran
primos).
A partir de aquí
la pareja real, los ya aclamados Reyes Católicos (Tanto Monta) se convierten en
una pareja dinámica, enamorada ( a pesar de las infidelidades del él) y muy
inteligente que saben solventar los problemas derivados de la Guerra Civil
castellana entre Isabel y Juana y la posterior Guerra de Granada, en donde
Fernando demuestra sus magnificas dotes militares en la victoria de Toro (1476)
derrotando a las fuerzas portuguesas y en la toma de los últimos reductos
musulmanes (los granos de la granada) del reino nazarí, haciendo que el sueño
de un solo señor, una tierra unificada y una sola religión (cristiana en este
caso) sea realidad en 1492. Desde aquí ya hasta su segundo casamiento con
Germana de Foix en 1505, tras la muerte de Isabel la Católica, fue una época de
dinamismo social, político, económico y estructural de la administración que convertirán
a España, a pesar de las disputas territorial con Felipe el Hermoso, en el país
puntero y expansionista (América, Navarra, Italia y África) que años después se
convertirá en Imperio mundial. Fernando se convierte en un rey con una fuerza
inmensa, pero no con un poder caído en su regazo por azares de la vida sino por
el incesante trabajo diplomático y militar que ha llevado desde su infancia
hasta su muerte en 1516.
Logros
increíbles que muy pocas personas de la talla de Fernando de Aragón han
logrando en la historia. No hubo año de su vida que malgastara ni momento que
tuviera ociosa la mente, pues todos sus actos y pensamientos estaban encaminados
a engrandecer el territorio español, elevar la Península a un estado moderno y
crear las bases de un imperio más allá de tierras y Océanos. Ante este aluvión
de datos y milagros es sorprendente, por tanto, el valor que tiene la obra de
José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, Breve
Historia de Fernando el Católico, pues ha sabido condensar de manera didáctica
en este libro todo un ejemplo de escritura y buen hacer, sobre todo con el fin
de mostrar al gran público las hazañas de un rey que supo como nadie aunar en
su figura los elementos claves y el buen hacer de un monarca clave en el nuevo
mapa de Europa.