Para saber el
motivo de cómo este monarca se ganó este
apelativo hay que remontarse al campo de las leyendas medievales. Campo fecundo
e imaginativo donde los haya, y mina para escritores románticos y de folletín.
Cuando Fernando IV de Castilla (1285-1312) estaba en Palencia supo de un crimen
que había causado estupor en la corte. Parece ser que un caballero de renombre,
Juan de Benavides, una noche al salir de una posada había sido asaltado por dos
hombres encapuchados los cuales le habían dado muerte de manera salvaje. Nadie
pudo dar fe de los asesinos, así que el asunto fue quedando poco a poco en el
olvido. Tiempo después el rey emprendió una nueva guerra contra el reino
granadino y decidió tomar la localidad de Alcahudete, situada cerca de la
Sierra de Orbes (Jaén).
Antes de poner
sitio al lugar dirigió sus tropas a la plaza fuerte de Martos para preparar el
ataque, y fue justamente allí cuando se presentó ante el rey el Justicia Real
trayendo atados a Pedro y Juan de Carvajal, a quienes se les acusaba del
asesinato de Juan de Benavides tiempo ha. Ellos respondieron que no tenían nada
que ver con el caso y que eran inocentes, pero Fernando IV que parecía tener
prisa por llegar a Alcahudete, de manera ligera los sentenció a muerte. Y para
ello pensó una manera estrambótica y nunca probada como ejemplo de implacable
justicia: los despeñaría de la imponente Peña de Martos en sendas jaulas de
hierro.
Los Carvajales
rogaron y rogaron con lágrimas en los ojos pero viendo que los mataban con tuerto se irguieron y con alta gravedad,
pues ya que los iban a ajusticiar, emplazaron al rey para que se presentase a
la justicia divina en treinta días pues cuando se cumpliera ese plazo moriría e
iría a los infiernos. Los soldados se llevaron a los hermanos y tras
encerrarlos en las jaulas los arrojaron por la pendiente. Cuando cayeron al
llano, en donde actualmente hay un monumento conocido como La Cruz del Lloro,
tan lastimados quedaron sus cuerpos que solamente pudieron sacar trozos de
ellos. Pero mientras los sacaban de las jaulas una duda había anidado en el ánimo
de los presentes ¿se cumpliría la profecía de Juan y Pedro de Carvajal?
Tiempo después,
al volver de Alcahudete el rey se puso enfermo misteriosamente, y debido a esa
extraña dolencia las tropas tuvieron que detenerse en Jaén. Todo el mundo
parecía acordarse de la sentencia de los hermanos, pero el día en que se cumplía
Fernando IV tuvo una ligera mejoría, pudiendo comer y beber en exceso y estar
de buen humor durante toda la mañana. Cuando llegó la hora de la siesta el rey
se fue a dormir, pero al pasar unas horas y no levantarse, sus guardias fueron
a despertar, encontrándole muerto en la cama…el monarca ya estaba siendo
juzgado por Dios, teniendo como testigos a los hermanos Carvajal.