Se puede
considerar a Niccoló Paganini como el violinista más virtuoso de la historia de
la música. Tanta era su habilidad que mucha gente pensaba que el diablo le
ayudaba no solo a componer sus obras sino que incluso algunos creían haberle
visto a su lado mientras tocaba durante los conciertos. La leyenda de las
relaciones que Paganini y el diablo mantenían se enraizó tanto entre el vulgo
que cuando el violinista murió en Niza en 1840, el obispo de la ciudad le negó
la sepultura en la iglesia por lo que tuvo que ser enterrado en el cementerio
del hospital de leprosos de Villefranche. Años más tarde su hijo exhumó el
cuerpo y lo trasladó a Parma.