Se dice que
Leonardo Da Vinci utilizó a un joven novicio como modelo para representar a
Cristo en su famoso cuadro La Última Cena,
pintado en el convento de Santa María delle Grazie, en Milán. Cuando le
preguntaron el motivo de por qué se había servido de este muchacho dijo que le
había impresionado su devoción al verle rezar en una capilla del convento. Pero
pasó el tiempo, en concreto diez años, y aquel cuadro no terminaba de estar acabado.
Los monjes le preguntaban continuamente el motivo y el les contestaba que tal
retraso se debía a que no encontraba un modelo apropiado para pintar a Judas. Un
buen día mientras caminaba por las heladas calle de Milán se fijó en un mendigo
que le tendía una escudilla pidiéndole unas monedas. Leonardo quedó maravillado
al comprobar que aquel rostro era el apropiado para plasmar la traición del
discípulo de Cristo. Y más asombrado se quedó cuando supo que el mendigo no era
otro que aquel joven novicio que le había servido de modelo hace años. Parece
ser que cuando acabó de posar huyó del convento renegando de la fe cristiana.