Creo que todo el
mundo conoce la leyenda de la Torre de Babel y de cómo el orgullo y soberbia de
sus constructores provocó el enojo de Dios condenando a la humanidad a la
confusión de lenguas e idiomas. Pues bien, según los arqueólogos e
historiadores el mito de Babel proviene de la época en que los hebreos fueron
deportados a Babilonia en dos ocasiones, en el 597 y 587 a.C, tras ser arrasada
y saqueada la ciudad de Jerusalén por Nabucodonosor II. Sabemos, y esto lo
confirma también la propia Biblia, que el monarca se llevó preso a toda la
elite intelectual y política de Judea junto con el rey Joaquín y su familia.
Cuando los pobres esclavos llegaron y vieron la enormidad de Babilonia, sus
grandes calles, la ingente cantidad de personas que hablaban distintas lenguas
y la majestuosidad de las obras de construcción del gran zigurat, debieron
quedar perplejos. De ahí a construir un mito sobre el destino humano solo había
un paso.
En la actualidad
nadie duda al identificar la Babel bíblica con la Babilonia Mesopotámica. Pero
hay que constatar que la visión negativa de la Torre de Babel proviene de un
curioso juego de palabras en el que se juntan el nombre de Babel con una raíz
hebrea que significa “mezclar o confundir”.Este nombre bíblico proviene del
nombre “babilú” que para los babilonios significa La puerta divina.