En la antigua
Grecia, el filosofo Aristóteles y el médico Hipócrates creían que cuando
alguien estornudaba era síntoma de que estaba enfermo o que pronto iba a morir.
Para evitar esa desgracia aconsejaban que cuando eso pasara la persona sana le
dijera inmediatamente: “¡Que goces de buena salud!” o “¡Que Zeus te guarde!”
Igualmente Pitágoras opinaba que cuando alguien estornudaba se le escapaba un
poquito de alma por lo que al momento había que rezar a los dioses para que
volviera a su sitio.
En cambio los
romanos creían que el estornudo no era signo mortal, al revés, anunciaba una
próxima enfermedad y que a través de él se expulsaban espíritus malvados. De
ahí que también invocaran buenos presagios al futuro enfermo.