¿Qué tienen en
común personajes de la antigüedad como Rómulo y Remo, Perseo, Sargón, Habis, o
Edipo? Parece que nada, cada uno es de un lugar distinto, pero en verdad los
que les une es que fueron abandonados cuando eran bebes recién nacidos. Y
aunque muchos de los citados pertenecen al ámbito de la mitología, detrás de
ellos subyace la problemática del abandono de niños en el mundo antiguo. Aunque
a nuestros ojos, en la actualidad, tal acto es horrible y censurable, hace unos
cuantos milenios no lo era tanto para griegos y romanos. Según nos cuenta
Plutarco, en Esparta: “los más ancianos reconocían al niño, y si era bien
formado y robusto disponían que se le criase… Más si se le encontraba
degenerado o monstruoso, mandaban llevarle a los llamados apothetai (expositorios), en un barranco del Taigeto”. En aquel
mundo era normal y corriente hacer este hecho tan deleznable, y grandes
pensadores griegos, como por ejemplo, Aristóteles o Platón recomendaban
abandonarlos en algún lugar desconocido. Y como bien decía el primero: “En
cuanto a la exposición y crianza de los hijos, debe existir una ley que prohíba
criar a ningún hijo defectuoso” (Política
VII, 15).
Esta obsesión
por tener hijos perfectos era bien conocida también en Roma. Al revés que
ahora, en que un padre reconoce a su propio hijo, en aquel entonces el pater familias debía revisar
conciencuzadamente a su vástago. En primer lugar, nada más nacer, lo
depositaban ante él y si, tras revisarlo a ojo, lo aupaba en brazos era aceptado
tanto por él como por su familia. Pero si no era así el niño era tomado por un
sirviente y depositado en alguna encrucijada o en un basurero a la espera de
que muriera de frío o pasto de las alimañas. Llama la atención que una
costumbre parecida era efectuada tiempo después por los vikingos quienes
tomaban al recién nacido y lo abandonaban a las afueras de las empalizadas del
poblado y si sobrevivía a la heladora noche norteña es que era digno de ser un
hombre. Los cosacos, en cambio, sumergían al bebe en un río helado y si tras el
chapuzón seguía berreando era aceptado por la comunidad.