Y ni fueron felices, ni comieron perdices porque allí donde haya
ministros un final feliz es imposible
Normalmente este
blog esta dedicado a descubrir asuntos curiosos de la Historia, sobre todo
española, o a poner alguna que otra reseña de un libro. Pero hoy quisiera hacer
una pequeña crítica cinematográfica de un film que es todo un ejemplo de cómo
mostrar época histórica. Antes de pasar a hablar de ella les rogaría
condescendencia con mis palabras pues soy lego en este tipo de críticas y ya sé
que tendrá muchos fallos a ojos de expertos cinéfilos. Se trata de la película
dirigida por Luis García Berlanga y escrita junto al inigualable Rafael Azcona
titulada La Escopeta Nacional (1978).
El argumento es el siguiente: corre el año 1972 y los marqueses de Leguineche
organizan una cacería en su finca de Los Tejadillos. A ella acude un empresario
catalán Jaume Canivell, junto con su secretaria y amante, con la idea de
relacionarse con altos dirigentes de la política, que también concurren a las
jornadas cinegéticas, para venderles la idea de instalar porteros automáticos
en todas las casas de España. Pero pronto su sueño de pasar unos días prósperos
y tranquilos se troncan en horas de desconcierto al observar el continuo ir y
venir de escenas irreales y chocantes que se producen en aquella pequeña
sociedad en las que están representados todos los estamentos del espectro político
del momento: unos marqueses que viven entre recuerdos nostálgicos fuera de
tiempo y espacio y que coleccionan pelos púbicos; secuestro de una atractiva
actriz erótica por el onanista hijo del marques; luchas sin sentido por las
piezas de cacería por parte de un curo preconciliar; o estrafalarios personajes
que más a gusto se sentirían en un circo que en aquellas lugares… y así
continuamente, un no parar.
Luis García
Berlanga y Rafael Azcona utilizan al personaje de Jaume Canivell como una
especie de Dante que desciende a los Infiernos de aquella cacería para
mostrarnos el mundo decadente del Tardofranquismo. Con el gracejo irónico y en
algunos momentos negro, típico en las películas berlanguianas, se nos muestra
aquel mundo decadente en el que habitan por un lado los fieles al antiguo
Régimen, y por otro los nuevos y dinámicos políticos jóvenes (en este caso del
Opus Dei) tipo Adolfo Suárez que están llamados a ocupar puestos importantes en
la futura Transición. Unos que vienen y otros que se van. Ley de vida. La hora
y medía que dura la película es todo un fresco de aquellas cacerías franquistas
en las que importaba más hacer negocios y componendas políticas que cazar
pichones. Las habitaciones y salones de la finca de los marqueses se convierten
en un bazar en donde se compran y se venden negocios y fidelidades a cualquier
precio. Éstos, los marqueses, viven en un mundo que parece que ha quedado
congelado en el ayer, y se niegan a aceptar que el tiempo de aquella nobleza
que ronda El Pardo ha pasado a mayor gloria. Como ejemplo decir que las piezas
de la cacería las ha pagado de su bolsillo el mismo Canivell y en cambio todo
el mundo (sobre todo un personaje llamado Cerrilo, que vive de organizar este
tipo de eventos y de dar coba a los invitados) le dice continuamente que es de
mal gusto decírselo al marques para no desengañarle y hacele creer que él es el
factotum de aquel loco fin de semana.
A cada momento
se nota la mano maestra del tandem Luis Garcia Berlanga y Rafael Azcona tanto
en el tono como en los chispeantes diálogos con los que está trufado toda la
película. Es por ello que La Escopeta
Nacional es ante todo un documento gráfico de aquella España que se
desmoronaba y que muchos se negaban a que ocurriera aunque fuera a fuerza de
engañar a los nuevos vientos que empezaban a soplar.