En 1559 se firmó
la paz de Cateau-Cambresis, acabando de momento con la continua contienda entre
franceses y españoles. En una de las cláusulas se estipulaba que la futura
reina de España debía ser francesa. Esto no tendría que ser un gran problema,
pues era evidente que Felipe II pensaba casar a su hijo Carlos con la hija del
rey de Francia, Isabel de Valois. Era lo más normal pues ambos solo se llevaban
un año de edad. Pero el padre, viendo que el príncipe de Asturias comenzaba a
sufrir cierto tipo de demencia, y como no se podía echar atrás sobre lo
firmado, decidió el mismo casarse con la joven, a la que sacaba nada más ni
nada menos que ¡dieciocho años!. La boda se celebró en primer lugar por poderes
aquel mismo año en París, y posteriormente de
facto en Guadalajara al año siguiente. Pero como no hay mal que por bien no
venga, ambos se compenetraron muy bien y tiempo después Isabel se convirtió en
la madre de las dos hijas preferidas del monarca español: Isabel Clara Eugenia
y Catalina Micaela. La reina murió de resultas de este último parto en 1568,
curiosamente el mismo año en que también moría su primer pretendiente, el príncipe
Carlos.