En Madrid, justamente en el
distrito de Barajas, existe el llamado Parque del Capricho, que sin ningún tipo
de dudas es uno de los más bellos de la capital. Fue creado por los duques de
Osuna en una de sus fincas de recreo y
la duquesa, María Josefa de Pimentel, que era amante del arte, quiso que el
parque tuviera una gran variedad de lugares especiales, curiosos y sobre todo
que estuviera poblado de cualquier tipo de rareza que sorprendiera a los
visitantes. Una de estas excentricidades fue hacer un casting de mendigos, haciendo que el ganador viviese permanentemente
allí a cambio de una paga mensual. Para ello había de dejarse crecer el pelo y
las uñas, andar todo el rato descalzo, guiar a la salida a los visitas que se
perdían, rezar todos los días por el alma de los duques y habitar una ermita creada ex profeso para él.
Fray Ars, que así se llamaba el ermitaño, estuvo haciendo su trabajo en la ermita durante 20 años, pero
con el tiempo la profesión de ermitaño pasó de moda, siendo sustituido por un
autómata que hacía el mismo trabajo pero de forma gratuita. Se dice que cuando
murió el ermitaño original le enterraron a los pies de su amada morada y que
allí está viendo pasear a los madrileños desde hace siglos.