Una de los
grandes inconvenientes de la Revolución Industrial ha sido el alto nivel de
contaminación que se produce en muchas de las ciudades del planeta. Esta
polución puede acarrear graves problemas de salud en los ciudadanos, e incluso
llevarlos a la muerte sobre todo a personas que tengan problemas respiratorios.
El caso de contaminación atmosférica más mortífera que se ha conocido hasta
ahora se produjo a mediados del siglo XX
en las Islas Británicas, en concreto en Londres. Se trata de la Gran Niebla de
1952. A principios de Diciembre de ese año, llegó del norte un frente frio tan crudo
que obligó a los londinenses a quemar grandes cantidades de carbón en masa para
evitar morirse de congelación. La pega es que debido a las graves carestías que
existían debido a la posguerra, la gente utilizó carbón de mala calidad, rica
en azufre creando un enorme humo negro que terminó fusionándose con la típica
niebla londinense (fog).
Esta niebla era
tan densa que obligó a las autoridades a clausurar el tráfico de la ciudad para
evitar accidentes y cerrar las salas de
cine y conciertos ya que además de que las personas casi no las podían
encontrar, la niebla que se colaba por debajo de las ventanas o puertas impedía
ver el espectáculo. Al principio se
pensó que esta era una neblina algo atípica pero pasadas las semanas los
médicos descubrieron que habían muerto ya 4000 personas, y al finalizar esta
rareza atmosférica el número total de
fallecidos sumó un total de 8000, en su mayoría debido a graves problemas
respiratorios a los que se había añadido la gran polución habida.