A día de hoy,
hace 803 años en la Península Ibérica se produjo una de las batallas más
importantes de la Historia Universal: La Batalla de la Navas de Tolosa (1212).
Una fecha fácil de recordar pero que al Estado español se le debe atragantar
pues aunque a nivel regional si hubo alguna celebración conmemorando el octavo
centenario no se le dio mucha publicidad a nivel nacional. Y a diferencia de
otros países de otras latitudes que hubieran celebrado esta batalla de manera
espectacular, aquí fue al revés a lo mejor debido a lo delicado que es herir susceptibilidades.
A pesar de que aquella victoria espectacular cerrara el cerrojo a cualquier
futura conquista musulmana. Pero bueno… estas ideas son harina de otro costal. Lo
interesante de esta batalla no es solo el impacto geoestratégico que produjo
sino también los personajes que en ella intervinieron, destacando sobre todo la
figura del rey castellano Alfonso VIII, auténtico promotor de aquel choque de
ejércitos. Aquel monarca, también conocido como “el de Las Navas”, fue uno de
los grandes reyes de la Edad Media Española, ya que consiguió uno de los
grandes hitos de aquel tiempo: unificar a todos los reinos cristianos para
luchar contra el infiel. Y aunque perdió Alarcos (la leyenda popular lo achaca
a la judía Raquel), supo ganar en Las Navas de Tolosa y anteriormente la ciudad
de Cuenca. Gracias a ello pudo hacer grandes repoblaciones cristianas en tierra
musulmana, fundaciones, y otorgamiento de fueros municipales.
Pero como dice
la expresión, detrás de un gran hombre
siempre hay una gran mujer, en este caso la dama que hacía de apoyo al
monarca era la famosa Leonor de Plantagenet.
Y es que aquel tiempo no puede entenderse si no se analiza la apasionante vida de esta mujer. Desgraciadamente existen pocas referencias históricas sobre ella, así que gracias al libro de Miguel Romero Leonor de Inglaterra, reina de Castilla podemos tener una visión clara de esta figura clave en el que se aunaron el mundo trovadoresco y su fin conquistador al lado de su marido. Leonor no provenía de una oscura familia nobiliaria, de un universo anodino, sino de una rama monárquica de lo más famosa: la Plantagenet. Su padre fue Enrique II de Inglaterra y la celebérrima Leonor de Aquitania. Y para más parangón sus hermanos fueron Juan sin Tierra, y el multibiografiado Ricardo Corazón de León. Pronto fue enviada a Castilla, para reforzar la amistad entre ambos reinos, como esposa de Alfonso VIII y desde que le conoció en Tarazona en 1170 se convirtió en su mejor compañero y adalid en su lucha contra el Islam. Con la entrada de Leonor en la Península se introduce en el modus vivendi de entonces el ambiente liberal occitano, promoviendo el desarrollo de la lírica trovadoresca, y convirtiéndose en precursora del movimiento cisterciense en las catedrales de Sigüenza, Cuenca, y alentando la construcción de otros monumentos como por ejemplo el de Santa María La Real de las Huelgas. Es decir que gracias a ella se elevó el nivel cultural de Castilla.
Y es que aquel tiempo no puede entenderse si no se analiza la apasionante vida de esta mujer. Desgraciadamente existen pocas referencias históricas sobre ella, así que gracias al libro de Miguel Romero Leonor de Inglaterra, reina de Castilla podemos tener una visión clara de esta figura clave en el que se aunaron el mundo trovadoresco y su fin conquistador al lado de su marido. Leonor no provenía de una oscura familia nobiliaria, de un universo anodino, sino de una rama monárquica de lo más famosa: la Plantagenet. Su padre fue Enrique II de Inglaterra y la celebérrima Leonor de Aquitania. Y para más parangón sus hermanos fueron Juan sin Tierra, y el multibiografiado Ricardo Corazón de León. Pronto fue enviada a Castilla, para reforzar la amistad entre ambos reinos, como esposa de Alfonso VIII y desde que le conoció en Tarazona en 1170 se convirtió en su mejor compañero y adalid en su lucha contra el Islam. Con la entrada de Leonor en la Península se introduce en el modus vivendi de entonces el ambiente liberal occitano, promoviendo el desarrollo de la lírica trovadoresca, y convirtiéndose en precursora del movimiento cisterciense en las catedrales de Sigüenza, Cuenca, y alentando la construcción de otros monumentos como por ejemplo el de Santa María La Real de las Huelgas. Es decir que gracias a ella se elevó el nivel cultural de Castilla.
La biografía que
nos ofrece Miguel Romero es apasionante de principio a fin, al descubrirnos por
un lado a una mujer fuerte y decidida que no duda en ningún momento en apoyar a
su marido en cualquier lucha que gane al Islam, sino también a una esposa
dedicada al engrandecimiento cultural de Castilla. Tanto fue el amor que
existió entre ambos que ella no pudo soportar la muerte de su esposo en 1214,
muriendo al poco en el mismo año. Después de leer este libro solo queda
comentarles que Leonor de Inglaterra, o Plantagenet, fue todo un ejemplo y
espejo de reinas que se convertiría en figura esencial para cualquier dama
desde entonces.