En 1931 al psicólogo estadounidense Winthrop
Niles Kellogg se le ocurrió la fantástica idea de adoptar un chimpancé y
criarlo junto a su hijo Donald de diez meses para comprobar de este modo cómo
sería la evolución de un ser humano junto a un mono. Fueron pasando los días y
los meses y al psicólogo le llamó la atención que Gua, que así se llamaba el bebe
chimpancé, aprendiera antes que su propio hijo a comer con cuchara y dejar
pronto de mojar los pañales, y que en cambio Donald, a los cuatro meses, solo
imitara los malos hábitos de su hermanito y solamente emitiera gruñidos para
pedir comida, lamer los alimentos que se caían al suelo, mordisquear los
zapatos de su padre, e intentar agarrar
las cortinas para columpiarse. Winthrop pensó que aquellos actos solo
serían una fase en el crecimiento de ambos, pero pasado un año y medio, que es cuando
un ser humano ya debe haber aprendido medio
centenar de palabras, Donald solo pronunciaba correctamente seis. Así pues
cuando un día el psicólogo descubrió ya solo emitía sonidos y chillidos incoherentes
decidió cortar de inmediato el experimento ya que su hijo estaba en proceso de
animalización.