Al conocer esta historia pude de nuevo constatar que el peor animal que existe sobre la faz de la tierra es el propio ser humano. Les pongo en situación: En el año 1898 un grupo de empresarios desalmados tuvieron la feliz idea de enfrentar a un cachorro de elefante, llamado Nerón, contra un toro de cinco años conocido como Sombrerito. Pensaron que la gente estaba ávida de nuevas experiencias por lo que empapelaron todo Madrid con vistosos carteles en los que se anunciaba a bombo y platillo que el 13 de Febrero se iba a celebrar un espectáculo por todo lo alto en la Plaza de Toros de las Ventas. ¿Quién vencería, la fuerza colosal del elefante o la potencia del toro hispano? Pues bien, llegó el día de la salvajada y el coso estaba a reventar. Los empresarios se las prometían muy felices pensando en el dineral que iban a sacar. Aunque también tomaron algunas medidas, como la de engrilletar al pobre elefante para que no ocurriera una desgracia.
Pero desde el principio del espectáculo nada sucedió como estaba previsto, pues aunque Nerón era un cachorro manso, muy querido por sus cuidadores en la Casa de Fieras del Retiro, también tenía su pundonor, y en cuanto pudo rompió las cadenas y echo a correr detrás de sus maltratadores con la idea de embestirlos. Desgraciadamente no lo consiguió y ante la carcajada general volvieron a engrilletarlo de nuevo. Acto seguido salió Sombrerito el cual solamente rozó con la testuz el lomo del pobre elefante. Y es que dos no discuten si uno no quiere, pues ni uno ni otro hicieron intención de machacarse, como querían aquellos empresarios desaprensivos. Diez minutos estuvieron mirándose mutuamente sin hacer nada. Incluso hubo quien dijo que hasta se echaron a dormir juntos. Quién sabe, pero lo que es cierto es que el público comenzaba a enfadarse. Para evitar esto soltaron a otro toro para que embistiera a Nerón. Pero el elefante no era tonto pues rápidamente se dio cuenta de que este otro toro si lo quería empitonar, por lo que decidió volver a romper sus cadenas y salir huyendo. Esta actitud provocó que el público acabara por enfadarse del todo y exigir que les devolvieran el dinero. A lo que se añadió que también comenzaron a tirar naranjas a la plaza. Hecho que Nerón agradeció comiendo las que caían a su lado. En aquella jornada, en verdad, fueron los animales los que demostraron que eran ellos los que tenían más raciocinio que los humanos.