No solo en la
antigua Roma existían termas o saunas. Al otro lado del Océano Atlántico los
aztecas también tenían un tipo de saunas, o “casas de vapor” llamadas temazcal, que utilizaban no solo para limpiarse
sino también para purificarse. Estaban adosadas a un costado de la casa y se
trataban de baños pequeños calentados por un hogar que contenía unas piedras al
rojo vivo sobre el que se vertía agua para producir por vapor. Los temazcal se
erigían sobre la imagen de la diosa del baño y tenían distintas funciones:
medicinales, higiénicas, eróticas e incluso económicas pues los aztecas podían también
obtener allí tinte de cochinilla y reutilizar las cenizas como fertilizante. Después
del proceso de sudado los mexicas se echaban agua fría por el cuerpo con el fin
de limpiar por completo sus poros. Aunque como siempre, los temazcal eran de
distinta calidad según el nivel social del propietario. Los de los nobles eran
algo más suntuosos, mejor cuidados e
incluso a veces contrataban a enanos que según parece eran especialistas en dar
masajes. Tras la conquista los clérigos españoles quisieron eliminar el uso de
estas casas de vapor pues veían que dentro se juntaban tanto hombres como
mujeres. Pero tras ver las propiedades benéficas de estos lugares se impuso la
razón y se promulgaron leyes para añadir los temazcal a hospitales y casas
particulares.