Cuentan las
crónicas antiguas que tras la batalla de Zama (202 a.C) el general cartaginés Aníbal
tuvo que escapar del cerco romano y exiliarse al otro lado del Mediterráneo. Después
de unos años vagando por distintos reinos, en el verano del año 193 a.C el
destino hizo que se reencontrara de nuevo en Éfeso con su mortal enemigo,
Publio Cornelio Escipión. Pero como ambos eran grandes líderes además de
caballeros en el campo de batalla la entrevista se desarrollo en un ambiente de
cordialidad y entendimiento mutuo. En ella hablaron de distintos temas, sobre
todo militares, y durante ella hubo un momento en que el romano le preguntó al
cartaginés quién creía, en verdad, que era el mejor general de todos los
tiempos. A lo que Aníbal le respondió que Alejandro Magno. En ello estuvieron
los dos de acuerdo. Después Publio Cornelio Escipión le volvió hacer la misma
pregunta pero queriendo saber quién estaba en segundo lugar. Esto lo hizo
pensando que el cartaginés le pondría en el segundo puesto, pero para sorpresa
suya éste le contestó que Pirro, rey de Épiro, por haber mostrado una gran
osadía en el combate. Ante esta respuesta el romano no se quedó contento y
nuevamente le demandó sobre quién estaría en el tercer puesto. Y Aníbal sin
dudarlo le indicó que él mismo ya que estuvo a punto de poner a Roma de
rodillas. Publio ya molesto le dijo entonces que si hubiera vencido entonces en
qué posición se pondría, a lo que el otro, obviamente, le respondió que el
primero. Públio, verdaderamente enfadado, estaba a punto de irse cuando Aníbal cogiéndole
la mano le miró a los ojos y le dijo que se alegraba de haber tenido a un
contendiente tan excepcional, pues podría enorgullecerse de haber estado a
punto de haber vencido a alguien que en el fondo era mejor que Alejandro.