En el siglo VI
a. C llegó a Atenas un visitante que cuando se enteró de que el gran legislador Solón
estaba preparando un código de leyes no dudo en visitarlo, pues su fama de
sabio ya había llegado a todos los rincones de Grecia. Cuando se presentó ante
él le preguntó qué utilidad pensaba que podía tener las leyes que estaba
escribiendo. “En verdad, de poco servirá”. Sorprendido, el extranjero le volvió
a preguntar: “¿Entonces, para qué te tomas el trabajo de redactarlo?”. Solón,
tranquilamente, sentándose a su lado le respondió de la siguiente manera: “Las
leyes son como las telas de araña. Las moscas pequeñas se quedan atrapadas en
ellas, pero las grandes rompen la red y escapan”.