Se dice que la
reina Isabel la Católica tenía una curiosa costumbre: cuando pasaba al lado de
un cadalso u horca, se paraba a su lado y lo saludaba con respeto. Un día uno
de sus consejeros le pregunto por qué lo hacía, pues aquel lugar era de muerte.
La reina le contestó: “Caballeros, de muerte no, de justicia, sobre todo,
cuando el lugar está cuidado y atendido por hombres buenos y justos”. Llama la
atención que tiempo después, su nieto, Carlos V, tuviera la costumbre de
persignarse y quitarse el sombre delante de algún reo ahorcado. De nuevo,
alguien le preguntó por qué lo hacía, y de la misma manera que su abuela, el
emperador le contesto: “Por respeto a la Justicia”.