domingo, 30 de octubre de 2016

EL LAGARTO DE SEVILLA



La ciudad de Sevilla es una de las más antiguas de Europa, y como tal acumula gran copia de historias de lo más curiosas. Si uno camina distraído por el Patio de los Naranjos de la Catedral se topará de repente con un gran cocodrilo colgado en la techumbre del lugar. Según cuentan las crónicas allá por 1260 llegó a Sevilla una embajada del Sultán de Egipto para, por un lado, pactar una alianza con Alfonso X, y gracias a ella, sellar dicho acuerdo concertando un matrimonio entre él y la hija del monarca español, la princesa Berenguela.
El día que la embajada llegó a Sevilla sus habitantes quedaron estupefactos ante el boato que desprendía: oro, joyas, exóticas mujeres, y sobre todo animales nunca vistos por aquellos pagos. Parece ser que el embajador principal traía consigo una jirafa, un cocodrilo de Nilo enjaulado, una cebra y un enorme colmillo de elefante. Pero a pesar  de que se les entregaron estos presentes al rey, ambas partes no llegaron a un acuerdo con lo que la embajada partió, aunque como acto de buena voluntad dejaron los animales  allí como para que los sevillanos disfrutaron de ellos cuando visitaran el Alcázar.
Con el tiempo, y como es natural, los animales se fueron muriendo por lo que el Consistorio decidió disecar el cocodrilo y colgarlo en el Patio de los Naranjos junto con el freno o bocado de la jirafa y el colmillo del elefante. Parece ser que aquel cocodrilo relleno de paja acabó rompiéndose y fue sustituido por otro hecho de madera, que es el que se puede contemplar a día de hoy.