Cuando era
pequeño me encantaban las películas de Tarzán, sobre todo las de Johnny
Weissmuller. En aquellos años mozos en los que solo había dos canales me
sentaba delante del televisor y observaba con ojos curiosos a los intrépidos aventureros
que sufrían mil y una odiseas para llegar a un punto en concreto del continente
africano, ya fuera una ciudad perdida en la selva o una mítica montaña cuajada
oro y gloria. Todo era emocionante, pero una de las cosas que más me llamaban
la atención era observar que detrás de aquellos exploradores europeos siempre iba
detrás una reata de porteadores negros transportando cajas y bultos sobre sus
cabezas. Y que la mayoría de las veces o eran devorados por los leones y
cocodrilos, o sea caían por un barranco a ritmo de un grito desgarrador. Ahora
que soy algo más mayor me doy cuenta que para aquellos aventureros sus
porteadores eran mera mercancía o ganado con el que poder llegar a culminar su aventura.
En resumidas cuentas aquel cine en
blanco, negro y sepia, era excitante a ojos de un niño, pero a día de hoy uno
aprende que aquellos filmes daban una visión simplista y adulterada de, en este
caso, de la inmensidad africana.
Para quien no se
dé cuenta del grave error histórico, y del gran daño que se ha hecho a aquel
continente, ha de pensar en lo siguiente. África es uno de los continentes más
grandes de la tierra, tanto que en su extensión podrían caber perfectamente
Estados Unidos, China, India, Japón y todo el continente europeo a la vez. Por
tanto ¿cómo es posible que siendo tan enorme casi no tengamos constancia
historia de su devenir a través de los siglos? Esencialmente por nuestra visión
centro europeísta de la historia y de nosotros mismos. Como mucho llegamos a
acercarnos a la historia del Norte de África gracias a los textos de los
viajeros griegos y romanos que pulularon por aquella zona. Y si a este visión
europea tan corta de miras, añadimos que la historia se refleja en los textos
escritos, África, sobre todo la parte subsahariana sale perdiendo por su
concepción oral de transmisión de datos. Los demás países y culturas asentadas
sobre conocimientos escritos no llegamos a comprender que la oralidad y el paso
de sabiduría de una persona a otra, a pesar de su volatibilidad, es igualmente
un tesoro que nos acerca a conocer el pasado de una región o pueblo. Es por
ello que la parte central y sur del continente africano nos parezca un lugar
sin historia, lleno de pobreza y guerras entre tribus irreconciliables. Pero
esa visión, como ya he dicho, es falsa y es hora que se corrija. Para ello nos
viene de maravilla el libro Breve
Historia del África Subsahariana, escrito por Eric García Moral, y editado
por Nowtilus, que rellena de manera perfecta ese agujero en la Historia.
Lo que más
conocemos, vuelvo a repetir, es el devenir del norte de África gracias a que
culturas como los Egipcios (Kemet),
griegos y romanos asentaron sus reales en aquellos lugares. Pero no hemos de
olvidar que un poco más abajo, nos encontramos nada más ni nada menos con uno
de los hechos más importantes de nuestro planeta: el nacimiento de la
humanidad. En zonas como Olduvai o el Rift Valley se han encontrado los restos
más antiguos de nuestros antepasados que pasado los años fueron asentándose en
los lugares más remotos del planeta. Nuestro autor se centra sobre todo en el
África Subsahariana y lo hace de manera cronológica. Primero nos traslada a la
parte sur de Egipto y nos habla de lo que podríamos llamar el patio trasero del fascinante Egipto, es decir la zona de Kush y
las impresionantes pirámides de Meroe. Después recorremos los llamados siglos
oscuros de (I d.C – VIII d. C) en los que destaca el reino de Axum, cuajado de
riquezas, en el que la costa oriental de África fue el foco de referencia
cultural y comercial de ese momento.
Tras aquellos años un tanto confusos y oscuros (al
igual que ocurrió en Europa) entre el Oeste y el centro de África, siempre
corriendo hacia el Este, nos encontramos en la Edad Media con lo que los árabes
llamaron el Bilad al Sudan, o Sudan Occidental (para diferenciarlo del otro
Sudan) Es la gran época de los imperios,
siglos IX – XVI, en el que destacan las fastuosos cargamentos de oro y
materiales preciosos provenientes de Ghana, Mali o Songhay, y que tenían como destino,
por ejemplo la España musulmana. Aquellos reyes o emperadores se convirtieron
en míticos, y no solo inundaron Europa de oro, sino que también promovieron la
cultura y la religión en sus territorios. Un ejemplo de ello es la Gran
Mezquita de Djene o el deslumbrante esplendor del Gran Zimbabue. Igualmente,
por entonces, Eric García Moral nos remite a otro tipo de persona a caballo
entre el mito y la historia conocido como el Preste Juan, que según algunos
cronistas habría de ayuda desde su reino en Etiopia a las fuerzas cristianas
contra el estandarte de la media luna.
Con el correr de
los siglos nos adentramos en la Edad Moderna y desgraciadamente en el África
Subsahariana se concentra uno de las mayores lacras de la Historia: la
esclavitud. Con la llegada de los europeos a sus costas reyes, o mejor dicho
reyezuelos, que habitan en zonas como el Congo, Angola, Ashanti, Dahomey o
Segu, se enriquecen vendiendo a sus propios congéneres por dinero y armas. Los
cazan en las espesuras de las selvas y tras pasar un tiempo en terribles
prisiones cercanas a la costa son transportados o bien a Europa América,
muriendo la mayoría de ellos en viajes transatlánticos hacinados como
ganado. Pero la historia sigue y son
otros europeos los que llegan al Sur de África. Los holandeses se instalan en
el sur y muy pronto llegan a las manos con los ingleses por defender sus
territorios. Mientras tanto, con el paso del tiempo, la, llamémosla
civilización occidental, comienza a entender que la esclavitud es amoral y
muchos países comienzan a considerarla ilegal. Es por ello que se produce un
movimiento a la inversa y muchos esclavos principian a retornar a sus lugares
ancestrales. Experimentos como el de Sierra Leona y su capital Freetown, o el
de Liberia con su capital Monrovia, fundada en 1822 en honor al presidente
americano James Monroe, facilitan, aunque de manera utópica, un lugar de
convivencia donde puedan regresar los antiguos esclavos.
Pero aquellos
parches de tolerancia no duran mucho pues de nuevo la rapiña Europea y mundial
vuelve de nuevo a centrar sus ojos en el continente africano. Todos quieren un
trozo del pastel y desean y anhelan las mil y una riquezas que tiene. Como si
una especie de manifiesto milenario les empujara a gobernar a aquellos “pobres
negritos” incivilizados. Pero aquel trozo de la tarta produce fricciones entre
los poderosos imperios y es por ello que para coordinar su rapiña se reúnen en
la llamada Conferencia de Berlín (1884) y se ponen de acuerdo, como si fueran
dueños de lo que no tienen, en que trozo se han de quedar. Los países africanos
ante la superioridad militar y armamentística de los invasores, observan
atónicos como son despojados de todos sus materias primas, dejándolos en la
miseria. Tanta que hoy en día siguen intentando levantar cabeza. Y pesar de la
resistencia de algunos líderes, como por ejemplo el todopoderoso líder zulú
Chaka, que por un tiempo mantuvo en jaque a los ingleses, África pasó a
depender de los designios de otros imperios hasta su descolonización. Los habitantes
de las colonias fueron involucrados por tanto en guerras como la Primera Guerra
Mundial y la Segunda, llegando a sus propias tierras el horror de unos
conflictos originados a cientos de miles de kilómetros de allí.
Finalmente
asistimos al periodo de la Descolonización en el último tercio del siglo XX y a
la reafirmación de los africanos en el mundo actual. Como se podrá ver la
historia del África Subsahariana es un periplo de lo más interesante, lleno de
aventuras, reinos inolvidables y mitos, que harán que mucha gente versada en la
Historia Universal pueda rellenar ese hueco existente y contemplar con nuevos
ojos cómo el devenir del continente africano es ante todo una historia que
merece ser contada.