Pido a Dios que me
lleve para sí por no ver tanta mala ventura y desdicha.
(Comentario de Felipe II hecho a su secretario Mateo Vázquez
tras conocer el triste destino de la Armada Invencible)
En Irlanda,
precisamente en el Condado de Clare, existe un pueblecito frente al mar llamado
Spanish Point (Punta Española) en el
que los aficionados al surf y los veraneantes pueden pasar unos días de asueto
en un ambiente de lo más tranquilo y relajado. En el periodo estival la
población, como es normal, crece pero cuando llega el invierno se reduce a más
de la mitad. Es un lugar que vale la pena visitar no solo por el ambiente allí reinante
sino también por un episodio que se desarrolló allí hace unos cuantos siglos. ¿Sabían
ustedes por qué aquel pueblo norteño tiene ese nombre tal peculiar? Pues porque
allí, en esa zona, se produjeron en 1588 un buen número de naufragios de barcos
españoles. ¿Azares de la vida? En verdad que no ya que eran el resultado de uno
de los mayores episodios navales de la Historia: la odisea de la famosa Armada
Invencible (nombre irónico dado por los propios ingleses a la desastrada
aventura de Felipe II) Es sin lugar a dudas uno de aquellos momentos claves de
la Historia que por desgracia, en la actualidad, se han visto envueltos en una
nube de tópicos que han provocado que la verdadera historia de La Gran Armada
se difumine para las generaciones futuras. Es por ello que vale la pena que echen
un vistazo al nuevo libro de Víctor San Juan titulado Breve Historia de la Armada Invencible para conocer de manera
fehaciente que es lo que produjo el nacimiento de esa Armada, cómo fue su gesta
y su desgracia y cuáles fueron las consecuencias tanto en la España filipina como
en la Inglaterra isabelina.
Remontémonos al
año de Gracia de 1588. El rey de España, de aquel Imperio en donde nunca se
ponía el Sol, Felipe II, andaba harto con las injerencias de la Inglaterra de
Isabel I en sus reinos y con sus continuos ataques a los intereses españoles.
Ya no es solo que el apoyo que brinda esta reina a los protestantes en Flandes
o el mecenazgo que ejerce sobre los corsarios en el Caribe le afecte, sino que
también asume como una afrenta el que haya hecho ejecutar a la muy católica
reina de Escocia María Estuardo un año antes (1587) Y es que si continuamente
aguijoneas a un toro es normal que con el tiempo éste se gire y te intente
atacar. Pues precisamente esto es lo que ocurrió a principios del año que
mencionamos. En Enero Felipe II se dirige a las Cortes de Castilla y comunica
lo siguiente: “Ya conocéis todos la empresa en que me he puesto por el servicio
de Dios y aumento de nuestra santa fe católica y beneficio de estos reinos
[...] Esto obliga a muy grandes y excesivos gastos, pues no va en ello menos
que la seguridad del mar y de las Indias y aun de las propias casas”. Este propósito,
esta empresa, claramente se dirige a
un único fin que es el de invadir
Inglaterra en una arriesgada acción anfibia y de paso derrocar a Isabel I e
instaurar de nuevo el catolicismo en toda Albión.
El autor del
libro que nos ocupa nos habla del origen de dicha disputa y como a poco los continuos
enfrentamientos entre Inglaterra y España desembocaron en un choque de titanes
que pasara a los anales de la Historia. Las olas del Océano Atlántico solo
podían tener un dueño y en el año de 1588 esa disputa se dirimirá de manera
espectacular. El anuncio de la creación de esa increíble armada resonara en los
cuatro puntos cardinales de España y movilizará no solo a los soldados y
marineros involucrados sino que moverá también las conciencias religiosas de
los mismos españoles los cuales aportaran víveres y materiales para configurar
un mar de mástiles. Se crean las Cofradías de la Armada Invencible y una gran
copia de agentes se ocuparan de recaudar por los pueblos vituallas para la
feliz consecución de la empresa católica. Curiosamente uno de estos
recaudadores será un escritor de la época que pasara por ser el más grande de todos
los tiempos: Miguel de Cervantes Saavedra.
Poco a poco
aquella selva de barcos se fue juntando en el puerto de Lisboa y a mediados de
año un total de 130 buques de guerra y transporte, 12.000 marineros y 19.000
soldados al mando de Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor, duque de Medina
Sidonia principian a soltar amarras para cumplir la misión otorgada. Además, a
toda esta fuerza se espera que se le sumen otros 27.000 soldados de los Tercios
de Flandes que están acantonados en Dunkerque a la espera de que los barcos del
rey los recojan y así posteriormente desembarquen en Inglaterra. A finales de Julio
de 1588 la Gran Armada se adentra en el peligroso Canal de la Mancha y desde el
principio son hostigados de manera dispersa por barcos ingleses aunque con poco
éxito. Los días pasan y el 8 de Agosto las fuerzas inglesas lanzan contra los
españoles un tipo de barcos llamados brulotes (o barcos incendiarios) y a pesar
de que la Armada reacciona bien y los evita provoca en cambio su dispersión,
hecho que produce que los barcos ingleses los acorralen de uno en uno y los
cañoneen sin piedad. En total, en esta acción se hundieron 5 barcos y murieron
un total de 1500 muertos.
La cosa no
parecía ir bien, y más que se iban a torcer. Un día después de estos incidentes,
el 9 de Agosto, se levantó un fuerte viento que empujó a los españoles contra
las costas holandeses, alejándolos de sus objetivos, y aunque después se
levanto a la vez otro viento a favor no fue del todo efectivo provocando que no
se pudieran embarcar a los tercios que seguían estando a la espera. La misión
iba de mal en peor, ya no solo era el temporal o los ataques continuos de los
ingleses sino que muchos de los barcos se encontraban en muy mal estado. Además
debía ser frustrante tener al mejor ejército del mundo encerrado entre las
paredes de un barco y no poder utilizarlo. Es por ello que el duque de Medina
Sidonia hizo reunir a los capitanes para saber qué hacer. Después de escuchar
distintos argumentos, desde los que propugnaban volverse atrás como los que seguían
opinando que debían ir a Inglaterra, el duque tomó la decisión de regresar a
España pero no por el camino que se había hecho sino por la ruta Norte,
rodeando Escocia e Irlanda.
Esta ruta ya era
conocida por los marinos y en un principio no era mala idea pero los hechos
posteriores dieron como resultado que se convirtiera en una decisión errónea,
como muchas de las que se habían tomado desde que se había elegido al propio
duque de Medina Sidonia para comandar tan alta empresa. Hemos de pensar que
para hacer esa ruta un marino de la época sabía que su barco debía estar en un
funcionamiento perfecto y muy bien equipado pues no es lo mismo la climatología
del Sur que la del Norte de Escocia. La flota española, en cambio, estaba en
mal estado, luchó contra un clima desfavorable y tenía escasa comida y víveres.
Además de tener pocas amistades en las costas por donde se pasara ya que
estaban infectadas de enemigos. Al remontar las costas inglesas y escocesas la
singladura iba bastante bien pero al bordear las Islas Shetland el clima
comenzó a cambiar. Llegaron las nieblas y las bajas temperaturas, y a partir
del 18 de Septiembre, cuando la flota iba paralela a las costas irlandesas
llegó un fuerte vendaval que termino por dispersar a lo que quedaba de la
Armada. Esto hizo que cada barco se las compusiera por sí mismo y decidiera
salvarse por su cuenta. La cuestión era sobrevivir. En total se produjeron unos
30 naufragios sobre todo de naves menos fuertes pues los que iban en galeras de
guerra tuvieron mejor suerte. Continuamente llegaban a las playas gran número
de náufragos, como por ejemplo a las del pueblo mencionado anteriormente
Spanish Point. Como diría un testigo presencial: “un ventarrón tremendo, una
fuerte tormenta como no se había visto ni oído desde hacía mucho tiempo”. Y
menos suerte tuvo los que pensaron refugiarse en las costas irlandesas con la
intención de sobrevivir entre la población. Las autoridades inglesas tenían
orden de no dejar a ningún español con vida por miedo a que soliviantaran a la facción
católica del lugar. En total 2000 españoles fueron muertos por las tropas inglesas.
Parecía que Dios se había olvidado de todos ellos.
A finales de Septiembre
y durante el mes de Octubre los pobres afortunados que seguían con vida
comenzaron a llegar poco a poco a las costas españolas. Si hiciéramos un balance
más o menos aproximado solamente regresaron alrededor de 70/80 naves de las 130
que salieron de Lisboa. Un total de 20.000 soldados y marineros murieron en acción:
1500 en combate, otros 8500 desaparecieron en los naufragios; como ya indique
anteriormente 2000 fueron apresadas, torturadas y asesinadas por las tropas
inglesas en Irlanda; y unos 8000 sucumbieron al hambre y las enfermedades.
Personajes como Antonio Leyva, Miguel de Oquendo o Juan Martínez Recalde
también murieron, y a pesar de que nadie es irremplazable la muerte de estos
célebres marinos fueron terribles para la historia de la marina española. ¿Y
que fue del duque de Medina Sidonia? Pues que envió un informe a Felipe II
narrándole todo lo ocurrido y se escondió en sus territorios de Sanlúcar de
Barrameda.
Como se pude ver
todo lo que nos ofrece la obra de Víctor San Juan, Breve Historia de la Armada Invencible, es del todo apasionante.
Junto a la historia pura y dura nos habla de cómo fue aquella gran flota, qué
barcos la componían, las acciones de guerra, y el día a día de una empresa del
todo titánica. Pone cada cosa en su lugar y desmitifica muchos hechos y frases
que se han reproducido a lo largo de los siglos. Y lo que hace que este ensayo
sea redondo del todo es no haberse parado con la llegada de los barcos
españoles a la Península, sino también hablarnos de uno de los episodios más
desconocido dentro de nuestra historiografía, como es el de la famosa
Contaarmada isabelina de 1589 en la que la monarca deseaba tomar revancha de lo
ocurrido un año antes. En resumidas cuentas, les animo a dejarse caer en este
gran trabajo de Víctor San Juan y vivir los deseos de un rey que se creía
designado por la Providencia, sentir como se viajaba en una galera de combate
de aquella época, y probar el sabor salado de un mar embravecido viendo como se
tienen las costas irlandesas de su mano y saber que casi no puede llegar a
ellas por miedo a que su barco sucumba en un gran vendaval. Todo un viaje a la
historia que no deben perderse.