viernes, 2 de junio de 2017

FIEL HASTA LA MUERTE



El erudito Thomas More, o Tomas Moro como lo conocemos aquí (1478 – 1535), además de ser el autor de la excelente obra Utopía, fue canciller de Enrique VIII y precisamente debido a su franqueza al hablar con el monarca y a su férrea determinación en seguir sus propias ideas lo que le llevó a su perdición. El rey, al no poder tener un hijo varón de la reina Catalina de Aragón quiso divorciarse de ella para casarse con Ana Bolena, y como el Papa le denegó esa gracia decidió romper con la Iglesia Católica y crear su propia religión: el Anglicanismo. El hecho de que el propio rey fuera también la cabeza visible de la nueva iglesia no fue aceptado por gran parte de los católicos de las islas, entre ellos Tomas Moro. Siguiendo sus convicciones el canciller dimitió de su cargo y como esto no le hizo ninguna gracia a Enrique VIII mandó que lo capturaran y decapitaran posteriormente.

En vez de enojarse o salir huyendo Tomas Moro se tomó la noticia de manera estoica y con toda tranquilidad fue conducido a su ejecución. Cuando iba a subir al cadalso le pidió a uno de las personas  cercanas que debido a su edad lo ayudara a subir los peldaños, pero viendo que ésta vacilaba por miedo a que emprendieran represalias contra su persona le tranquilizó diciéndole lo siguiente:
No os preocupéis,  que no volveré a importunaros para bajar.

Es más, cuando se arrodilló y depositó su cabeza en el poyete de madera cogió su barba y la echó a un lado. El verdugo se percató de esta acción y dejando el hacha a un lado le preguntó al reo por qué hacía tal cosa y Tomas Moro, girando la cabeza, le respondió de forma serena:
Mi barba no ha ofendido al Rey.

Pero esas no fueron sus últimas palabras. Antes de que el verdugo bajara el arma mortal miró al público y dijo: Muero siendo un siervo fiel del Rey, pero primero de Dios. Acto seguido su cabeza cayó en el cesto. Como se puede ver fue un hombre fiel a la Iglesia Católica hasta el mismo momento de su muerte. Por esta razón fue canonizado por el papa Pio XI en 1935.