Para quien no lo
sepa, la Ley de Vagos y Maleantes (también conocida como la Gándula) fue una
disposición por el que las autoridades tenían potestad para detener e internar
a ciudadanos que consideraran “desagradables” según los estándares de la época.
Como se puede ver una ley bastante arbitraria y poco ética. Normalmente se ha
asociado al régimen franquista su creación y aplicación, pero en honor al rigor
histórico su puesta en práctica se realizó años antes de que el general Franco
accediera al poder, justamente en tiempos de la Segunda República. El 5 de
Agosto de 1933 se publicó en la Gaceta de Madrid la aprobación de esta ley,
firmada por Niceto Alcalá-Zamora, como Presidente de la República y también por
Manuel Azaña, presidente del Consejo de Ministros en ese momento. Según esta
nueva disposición el Estado podía detener a vagabundos, proxenetas, gente que
no pudiera demostrar un domicilio fijo o un empleo. Esta ordenanza siguió
vigente durante toda la República y tras la Guerra Civil el régimen dictatorial
de Franco mantuvo e incluso la amplió a los homosexuales. Tras ser detenidos e
interrogados una gran mayoría de los detenidos eran encerrados en cuarteles, cárceles
o en las llamadas Colonias Agrícolas, que venían a ser lo mismo que campos de
concentración. En 1970 esta ley cambió su nombre por el de Ley sobre
Peligrosidad y Rehabilitación Social y pasó a incluir a drogadictos,
inmigrantes ilegales o prostitutas. Llama la atención que esta disposición no
fuera derogada hasta 1995, bien entrada la democracia en España.