Antes de que
existieran los estetoscopios la única manera de oír el ritmo cardiaco o
respiratorio de una persona era aplicar el oído al cuerpo del enfermo. Esto era
lo normal hasta que llegó el médico René Laënne (1781 – 1826) que según parece era
un tanto vergonzoso cuando se trataba de escuchar las constantes vitales de sus
pacientes. Así que cuando le tocó tratar a una paciente que sufría de una
dolencia cardiaca y observar que tenía un pecho muy abultado a René se le vino
el mundo abajo. ¿Qué podía hacer? Ante la mirada atónita del marido a nuestro
médico, para salir del paso, no se le
ocurrió otra cosa que meter su mano en el maletín, sacar el informe de la
paciente, enrollarlo poniendo un lado en el pectoral de la joven y acercar a la
vez su oído al otro extremo. De esta manera pudo escuchar con toda claridad los
latidos del corazón. Debido a su timidez acababa de inventar el estetoscopio.