Llama la
atención que el periodo visigótico en España, pase, la mayoría de las veces, de
puntillas por los libros de Historia y que, debido a ello, se enseñe de forma apresurada.
Esto sucede debido a varios factores. Uno, que se tomen los dos siglos y medio
que estuvieron los visigodos en España como una especie de bisagra entre dos
acontecimientos importantes de nuestra historia como son la Hispania romana y
el establecimiento de Al-Ándalus durante casi ocho siglos. Y tampoco ayuda que
hace algunos años lo único que se estudiara acerca de este tiempo fueran las
interminables listas de los reyes godos, de mala memoria para muchos estudiantes que
acabaron aborreciendo todo lo que tuviera ver con aquella época. Menos mal que
poco a poco, tanto los ensayos como las novelas históricas van interesándose más
por el mundo visigodo acercándonos más a sus hitos históricos y artísticos. Uno
de éstos se titula El último tesoro
visigodo, escrito por el novelista e historiador José Calvo Poyato, en él que
retrata las vicisitudes que sufrió el famoso Tesoro de Guarrazar desde la caída
del reino visigodo tras la Batalla de Guadalete (711) hasta su descubrimiento a mediados del siglo
XIX y la posterior codicia y mercadeo que se levantó a su alrededor.
Cerca de la
localidad toledana de Guadamur se
encuentra una zona de huertas llamada Guarrazar por las que cualquier persona
poco viajada y poco leída solo vería una sucesión de campos de labrantío en
mitad del campo manchego. Pero dio la casualidad que a mediados del siglo XIX,
precisamente en 1858, la Historia quiso
que este lugar fuera por un tiempo protagonista de uno de los mayores
descubrimientos arqueológicos de España. La novela de José Calvo Poyato
comienza justamente aquí cuando una familia de campesinos acomodados de
Guadamur, encabezados por Francisco Morales y María Pérez, al volver de Toledo
se encuentra por casualidad una tumba en la que dentro hay un gran tesoro compuesto
de varias coronas votivas, cruces de oro, piedras preciosas y demás alhajas dignas
de un rey. El desconocimiento acerca de qué era aquello lleva a Francisco a
intentar vender dicho tesoro, pero en cuanto lo intenta comienza a fraguarse
todo un laberinto de intereses y codicia entre vecinos y potentados que también
intentan hacer fortuna no solo del hallazgo sino de otros que van apareciendo
por la zona. Al no haber todavía una legislación fuerte con respecto al
patrimonio histórico la rapiña se hizo dueña y señora de la zona comenzando un
expolio del que muy pocas piezas halladas se salvaron. ¡Incluso llegó a ir
hasta Francia! Con el tiempo el tesoro volvió a la Península (1941) pero la
codicia y la ambición que no solo mostraron los lugareños sino también las
altas esferas hicieron que actualmente el gran tesoro de Guarrazar se encuentre
en tres instituciones como son el Museo de Cluny (París), el Museo Arqueológico
Nacional, y el Palacio Real de Madrid. Incluso existen piezas que se perdieron
en la noche de los tiempos.
La novela está enmarcada
en dos fases temporales. Por un lado, tenemos la línea anteriormente mencionada
acerca de los avatares que sufrió el Tesoro de Guarrazar a lo largo del siglo
XIX y parte del XX. En cambio, engastada a esta historia como joya en una
corona votiva, el autor nos lleva a los últimos momentos del reino visigodo
(siglo VIII), precisamente a la Batalla de Guadalete (711) cuando las fuerzas
expedicionarias árabes acabaron definitivamente con el ejercito del rey Rodrigo
haciendo caer a la monarquía visigótica. Nos detalla cómo fue esa batalla, la
resistencia posterior de ciudades como Córdoba, y el exilio al norte de muchos
caballeros que esperaron con paciencia la oportunidad de volver sobre sus pasos
y recuperar el reino y las riquezas escondidas que una traición les había
arrebatado. El último tesoro visigodo una
novela muy interesante en que la historia y el thriller se dan la mano para que
conozcamos la historia singular de un hallazgo arqueológico y como la ambición
estuvo a punto de que se perdiera para siempre.