Uno de los
oficios más peculiares, a la par que asqueroso, de la Historia, fue el Groom of the Stool más
conocido como los limpiaculos de la
realeza. Este trabajo, el de tener aseado el trasero real, era practicado por
funcionarios de la corte que debían estar listos en cualquier momento a la
espera de que el rey los llamara. Incluso a veces tenían que portar wáteres portátiles
por si las ganas se producían fuera de palacio. Llama la atención que aunque
este trabajo pueda parecer denigrante, en verdad había disputas entre las
familias nobles para ver quien ocupaba este cargo tan especial pues la
intimidad que se producía al defecar conducía muchas veces a que los reyes les hicieran
confidencias a sus limpiaculos y que incluso se hicieran amigos íntimos, como
por ejemplo le sucedió a Enrique VIII de Inglaterra con su groom of the stool
particular.
Pero no solo los
reyes de Europa tenían limpiaculos especializados. El Vaticano también disponía
de ellos, pero allí eran llamados Caballeros del baño. Un titulo bastante fino,
como se puede ver. Hacían el mismo oficio que los anteriores y de manera igualmente
eficaz, aunque hubo un papa que quiso prescindir de ellos y convertirse en el
primer pontífice en ir al servicio él solito. Se trataba de Anastasio II y
quiso prescindir de ellos porque por un lado los veía innecesarios y por otro
le ponían nervioso al vaciar las tripas.