A los pocos
meses de comenzar la Guerra Civil Española, tras un avance fulgurante, las
tropas sublevabas se encontraban a punto de llegar a Madrid. Desde el suroeste
se acercaban los soldados nacionales, que
ya tenían a la vista los edificios de Madrid, mientras que, por otro lado, el
general Emilio Mola, por el Norte, declaró en octubre de ese mismo año que tenía
cuatro columnas a punto de asaltar la capital. Pero, además, aclaro que no solo disponía de esas columnas
en concreto sino también de una quinta ya infiltrada dentro del propio Madrid y
que tras su clandestinidad iban a sabotear cualquier intento de resistencia
republicana. En verdad esa afirmación, que luego quedaría como sinónimo de
tener al enemigo en casa, hizo un flaco
favor a los simpatizantes de la causa nacional que vivían en Madrid ya que además
de tener que extremar todavía más las precauciones y esconder sus actividades
clandestinas hizo que cundiera el pánico entre los habitantes de la ciudad que
empezaron a ver espías y saboteadores en cualquier esquina, aumentando, por
tanto, el número de denuncias ante las organizaciones sindicales. A
consecuencia de ello, también, se recrudecieron las represalias como por
ejemplo las acaecidas en los fusilamientos de Paracuellos a partir del 7 de
Noviembre.