miércoles, 10 de junio de 2020

EL FRACASO PASTELERO DE LEONARDO DA VINCI


 Después de su estancia en Florencia, Leonardo Da Vinci (1452 – 1519) llegó a Milán de la mano de Ludovico Sforza y además de ser contratado por sus cualidades artísticas y científicas también se encargó de ser el maestro de ceremonias de la corte privada del propio Ludovico. Por eso su mayor reto fue cuando le encargaron preparar la boda entre el propio gobernante de Milán y Beatrice D’ Este. Era sin duda alguna la boda del año y por ello Leonardo quiso dar lo mejor de sí mismo. El banquete de bodas debía realizarse en el Patio de Armas del Castillo Sforza y por eso el genio de Vinci quiso hacer algo muy especial. Lo normal en cualquier enlace nupcial es que la tarta de bodas, en un momento concreto, se coloque en el centro de la mesa pero Leonardo quiso que todo el  jardín del patio fuera una enorme tarta de polenta de 60 a 70 metros de longitud y que las trescientas personas que estaban invitadas entraran en ella y celebraran allí dentro el banquete, terminando de comerse la tarta como postre final. El día antes estaba todo preparado, pero a la mañana siguiente Leonardo acudió temprano al patio de armas para comprobar hasta el más mínimo detalle y entonces se llevó una terrible sorpresa al ver que todos los insectos, perros y gatos y demás pájaros de Milán se habían comido la tarta o la habían destrozado. Éste quedó tan afectado que en vez de ayudar a limpiar el destrozo y buscar una solución rápida, como era trasladar el banquete a otro jardín, salió corriendo.

Su fama había quedado muy afectada y a partir de aquel día todos los milaneses, al cruzarse con Leonardo le señalaban con el dedo y le recordaban que era un artista incapaz de haber dado de comer a trescientas personas. Hubiera sido normal que Ludovico también lo hubiera rechazado y expulsado de la corte pero decidió confiar en él y le propuso realizar un fresco, un mural más bien, en Santa María de la Gracia y el resultado fue una de las obras de arte más importante de la Historia Universal: La Última Cena. Así, de esta manera, Leonardo da Vinci se resarció del fracaso nupcial y pasó de ser la persona que fue incapaz de dar de comer a un grupo de cortesanos a ser el artista que había dado de comer al propio Hijo de Dios.