Para el Vaticano, todo lo que no es sagrado es secreto
El tiempo pasa. As time goes bye, como diría aquel. A través de los siglos los imperios se alzan con todo su esplendor y posteriormente, como fruta madura, vuelven a sumergirse en el olvido. Los reyes coronados con diademas de oro en su preclara testa ceden sus poderes al hijo o al usurpador que les sigue, y el pueblo, sufrida grey, aunque parezca que sigue anclado en el mismo discurrir crece y decrece al ritmo de la tecnología armamentística y los bienes sociales. Pero en este sube y baja de la historia, en esta montaña rusa del tiempo, existen algunos poderes terrenales, con ramificaciones celestiales, que se mantienen inalterables a pesar de los envites destructivos que los siglos cambiantes han ofrecido. Una de estos lugares es la ciudad-estado del Vaticano, uno de los países más pequeños del mundo pero que atesora más historia y poder que muchos imperios y reinos, y que pese a estar reducido, sobre todo a los Pactos de Letrán, a su mínima representación territorial, también se le añade ese componente misterioso y enigmático que lo hace atractivo a cualquier historiador.
Y es aquí donde suelen aparecer éstos, atraídos por la milenaria historia vaticana, para configurar verdaderos ensayos que derivan desde el típico libro de enigmas esotéricos relacionados con la iglesia, hasta el sesudo estudio, a veces auténticos plomazos, en el que el escritor se despacha a gusto dándonos fechas y fechas sobre el Vaticano haciendo que el lector se aleje rápidamente del libro. Pero aquí, también surgen otros tipos de historiadores, gracias a Dios, que establecen una justa merindad entre lo que es jugoso ensayo histórico y curiosidades, produciendo el inmediato acercamiento de aquellos lectores que anteriormente habían huido ante áridas exposiciones sin corazón ni apasionamiento. Entre estos últimos sabios destaca sobre todo el nombre de Conrado Augias, que con libros como el que tengo entre mis manos en este momento, Los secretos del Vaticano, hacen que el devenir histórico de la ciudad santa, no solo sea atrayente sino altamente adictiva. Gracias a esta obra podremos no solo conocer como ha ido cambiando el poder del Vaticano, sino entender de manera precisa cómo funciona y cuál ha sido su pasado. De manera rigurosa y amena a la vez, con un gran aparato crítico serio a sus espaldas, Conrado Augias nos enseña la historia del Vaticano desde la mismísima época romana hasta nuestros días sin omitir detalle ninguno. Pero como sabe que los datos son solo una ayuda y no un fin, esta narración vaticana se realiza a través de sus misterios y secretos más profundos o más conocidos. Junto con el pasado más conocido el autor lo ejemplifica con los secretos más desconocidos por los aficionados a la musa Clío. Se habla no solo del pasado y recovecos más profundos del edificio santo sino también de los papas y la sombra que han proyectado detrás de ellos, las más de las veces negra como la noche. Aparecen asuntos complicados y vergonzantes como el periodo de la “pornocracia”, los turbios tejemanejes de la banca de la época del cardenal Marcinkus, o por ejemplo la enigmática muerte de su santidad el Papa Juan Pablo I, deceso relacionado en algunos casos como el envenenamiento.
Pero el autor del libro, Conrado Augias, no solo se centra en el edificio en sí o en sus dirigentes, sino que también lanza sus redes hacia personas que han tenido relación con él y que han dejado su impronta entre sus paredes, como, me viene ahora a la cabeza, la reina Cristina de Suecia, grandes artistas como Miguel Ángel, o los intrépidos y eficientes guardianes suizos. Augias nos enseña en esta obra todo un micromundo de poder, intrigas, confabulaciones, milagros, y demás asuntos mundanos que harían empequeñecer a cualquier thriller de moda. Pocas historias podrá conocer el lector que sea más enganchante que la historia del Vaticano. Les aseguro que las paginas de Los secretos del Vaticano, les atrapará durante horas en una auténtica trama de difícil escape, pues el ritmo que imprime a cada hoja es vibrante y didáctico a la vez.