El papa Juan XII (955 -964), fue elegido para calzar las sandalias del pescador muy joven pues cuando se produjo este hecho contaba solo con 17 años. Desde muy pronto fue conocido como El Papa Fornicario ya que su depravación sexual era sin igual. Se podía decir que era una persona desequilibrada en cuanto al trato carnal pues se comenta que era insaciable y que necesitaba de continuo mantener relaciones con cualquier persona. En el Palacio de Letrán, en la residencia papal, gustaba rodearse de jóvenes y verlos fornicar delante de él o presenciar actos de zoofilia entre animales o entre éstos y humanos. También se le podía considerar como pedófilo pues se entretenía ordenando obispos a niños pequeños y después cometer actos sexuales con ellos. Juan XII no se privaba de nada y como no tenía límite en sus fechorías tomaba todo el dinero y todas las joyas que deseaba de las arcas papales y regalarlas a sus amantes. Incluso ordenó construir un burdel en el palacio laterano para que lo ocupasen prostitutas las cuales solo tenían como meta darle placer sin fin a él y a sus allegados. Finalmente hemos de añadir dos delitos o pecados más en su haber (seguro que se me escapa alguno): el incesto y la violación. En cuanto al primero se sabe que tuvo trato carnal con su hermanastra de 14 años; y en cuanto al segundo a Juan XII le gustaba recorrer junto a sus secuaces los caminos que entraban en Roma y sorprender a jóvenes peregrinas para violarlas y en algunos casos encerrarlas en el burdel del laterano para poder seguir abusando de ellas.
Como se puede ver era una conducta nada apropiada para un Santo Padre, y por eso la ciudadanía de Roma y de todas las partes del mundo clamaban ante estas aberraciones. Por ello el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Otón I (912 – 973) acudió a la Ciudad Eterna para reprochar a Juan XII sus conductas pecaminosas. Y como suele pasar con todos las personas malvadas ésta decidió huir por miedo a las represalias. Ante este vacio de poder Otón I decidió ordenar un sínodo en el que se le acusaba de todos los actos pecaminosos antes mencionados, además de asesinato, perjurio, simonía, etcétera. Además el emperador, con estas disposiciones añadía una nueva y es que a partir de entonces ningún Papa podría ser elegido sin contar también con el plácet imperial. Pero en contestación a estas acusaciones Juan XII envió una carta diciendo que él no tenía que dar explicación de sus actos a los hombres sino solo a Dios y que quienes no le apoyaran serían objeto de excomunión. Así pues, viendo que no había acercamiento entre las partes, se decidió deponer al Papa Fornicario en el 963 y poner a cambio a León VIII (964 -965).
Pero Juan XII no había pronunciado su última palabra pues todavía le quedaban fuerzas y apoyos dentro de Roma, por lo que en muy poco tiempo volvió al poder. Lo primero que hizo fue cumplir su promesa y excomulgar no solo a León VIII sino también a todos los participantes en el sínodo a los cuales procedió a cortarles las orejas, las narices y las manos. Todo un angelito como se puede ver. De nuevo era Papa para poder seguir cometiendo sus fechorías, aunque éstas tendrían las horas contadas. En el año 964, entre fornicio y fornicio, Juan XII decidió acudir a casa de una noble romana y mientras estaban en la cama entró su marido quien cegado por la ira (y los cuernos que le acababan de poner) atacó al Sumo Pontífice y le clavó tres veces un pequeño puñal en la espalda. Viendo que éste no moría agarró un mazo que tenía que mano y le dio un golpe en el cuello. Golpe fatal que acabó con su vida. Solo tenía 24 años y muchos delitos que justificar ante Dios. Cuando se supo la noticia la ciudad de Roma se engalanó y se dieron fiestas por haberse librado de uno de los peores Papas de la Historia. Además, como colofón a esta historia, el nuevo papa, León VIII, absolvió al marido de la mujer de cualquier cargo por magnicidio.