Aunque
me tiren el puente y también la pasarela me verás pasar el Ebro en un barquito
de vela. (Extracto de la canción popular “Si me quieres escribir”)
Aunque durante
la Guerra Civil Española hubo un gran surtido de batallas en las que lucharon
hermanos contra hermanos, y fue también campo de prueba de armas de otras
potencias internaciones implicadas con
vistas a la gran traca final que fue la Segunda Guerra Mundial, sin lugar a
dudas La Batalla del Ebro, ocurrida entre 25 de Julio y el 16 de Noviembre de
1938 y desarrollada entre la llamada Terra Alta (Tarragona) y Mequinenza , fue
la gran batalla de esta guerra fratricida ya que fue en ella en la que los dos
ejércitos, los de la República y el Nacional, pusieron toda la carne en el
asador convirtiéndola en la lucha definitiva que ya llevaba dos años
desangrando a España. Los más de veinte mil muertos que se quedaron en aquellos
campos resecos así lo atestiguan. El destino de la victoria era distinto, pues
si ganaban los nacionales (como así pasó) el final ya estaba asegurado,
mientras que si ganaban los partidarios al gobierno legítimamente votado en el
36, la guerra tomaría otros derroteros más favorables y se podría prolongar por
lo menos hasta que otros países tomaran cartas en el asunto. Así pues el
entrechocar de carneros estaba servido y por eso ambos bandos supieron desde el
primer momento que aquellos días serían el todo y la nada al poner a sus mejores
soldados en acción.
Este es el campo
de acción en el que el escritor Arturo Pérez-Reverte desarrolla su última
novela: Línea de fuego (Alfaguara,
2020). El prolífico escriba cartaginés centra su relato en el comienzo de la
Batalla del Ebro y lo extiende a lo largo de una semana en una zona o pueblo
imaginario llamado Castellets del Segre y es en esos días, desde la óptica de
ambos bandos, en la que vemos el arrojo con el que se batieron nacionales y
republicanos, unos para o bien conquistar de nuevo palmo a palmo lo que les
había arrebatado el enemigo o bien otros para avanzar en pos de la victoria
final. Aunque la mayoría de soldados y unidades que Reverte introduce en el
campo de batalla son ficticios, como por ejemplo la XI Brigada Mixta del ejército
de la República, esencialmente sirven al autor para mostrarnos el día a día de
aquellos hombres que supieron sufrir en un frente que se había convertido en un
infierno de fuego, plomo, calor y muerte.
Línea de fuego, como ya he apuntado
antes, está escrita para que veamos las horas y penalidades que sufrieron
intercalándose capítulos y situaciones de republicanos y nacionales. En ellos
podemos observar las vicisitudes de un grupo de mujeres de enlace entre las distintas
unidades republicanas, carlistas con sus detente bala, cansados brigadistas
internacionales, bragados soldados de tercios y legionarios, fuertes y decididos comunistas,
gente que según vienen los vientos de la victoria se quieren pasar de un lado
al otro, algún que otro soldado perdido con mala suerte y que se ve obligado a
luchar todo el rato como si estuviera condenado a ello, corresponsales
extranjeros que no dudan en meterse en el interior de aquel fregado… y así un
gran número de personajes y hechos que nos dan todos los puntos de vista de la
mayor batalla vivida en aquella guerra y donde tantos jóvenes perdieron la vida.
Son cientos de historias, las mismas que podríamos escuchar a cualquier abuelo
o familiar nuestro de avanzada edad que hubiera vivido aquellos días en la Batalla
del Ebro.
Pero aunque el
lugar y las unidades de combate que ha utilizado Pérez-Reverte son imaginarias,
no por ello quiere decir que todo sea fábula y humo sino que las ha utilizado para mostrarnos como fueron
en realidad los primeros días de aquella contienda gracias a la gran
documentación que ha utilizado (y que existe sobre la Batalla del Ebro) y
escribir al detalle cómo eran por ejemplo los uniformes de nacionales y
republicanos, el armamento, las técnicas de combate, las ideologías y bagajes
internos que portaba cada soldado, sus motivaciones políticas o de
supervivencia, las ordenes y contraordenes, el minuto a minuto en una
trinchera, defendiendo una posición, una casa tomada y retomada cada poco
tiempo y acribillada por el enemigo… todo casi al milímetro produciendo en el
lector desde sensaciones de vértigo y acción hasta sensaciones casi olfativas
en las que casi se pueden oler el tufo a aceite de las armas y correajes, a
humanidad de los hombres que luchan sin cesar, sin dormir, agotados y destrozados
por el combate diario, o por el humo de las casas o la descomposición de los
muertos. Actos de valentía, actos de cobardía, miradas desesperadas, ojos
hinchados de sueño y labios resecos por la sed, sangre derramada por doquier y adrenalina
disparada hasta el límite, una visión realista de lo que es una batalla en
estado puro y en la que se decide el destino de un país. Así pues les dejo con
una novela ecuánime, directa, violenta, brusca pero muy bien escrita y
documentada que nos retrotrae a unos años en que los españoles nos matábamos
por unas ideas ya fueran acertadas o desacertadas dependiendo del punto de
vista. Una novela que nos lleva hasta el mismo meollo del fuego y en la que
como nos dice uno de sus personajes, ejemplificando lo desastrosas que son las
luchas fratricidas: Es lo malo de estas
guerras. Que oyes al enemigo llamar a su madre en el mismo idioma que tú.
También podéis
leer mi reseña en la página de Hislibris:
https://www.hislibris.com/linea-de-fuego-arturo-perez-reverte/