jueves, 19 de septiembre de 2024

MAESTROS Y DISCÍPULOS EN LA ANTIGUA GRECIA - Javier Murcia Ortuño

  


Adiestra a los niños, pues no los adiestrarás de hombres. (Menandro)

Quitando los pupitres, las clases masificadas, los centros escolares parecidos más a colmenas y aparca niños que a lugares de aprendizaje o (sobre todo) la falta de respeto a los docentes, el lugar de estudio y la forma de practicarlo no ha cambiado mucho desde la antigüedad. Y es que el estudiar no es algo nuevo ni un castigo sádico que se hayan inventado nuestros padres para divertirse, al revés, nuestros antepasados ya sabían de la importancia de ser una persona cultivada y responsable. Un ejemplo de ello lo tenemos en la propia Grecia en la que sus ciudadanos estaban verdaderamente obsesionados con adquirir conocimientos y gracias a ellos buenos valores para desenvolverse en la vida. Comprendían por tanto que el saber es poder y que éste los haría más refinados y preparados frente lo que les iba a acontecer. Ante este ejemplo que les acabo de poner nos surgen varias preguntas: ¿Cómo era, por tanto, la educación en la antigua Grecia? ¿Quiénes la ejercían y como se comportaban sus alumnos en clase? ¿De qué medios disponían y cuáles eran las etapas por las que pasaba el infante hasta la efebia? Distintos tipos de preguntas, seguramente muchas más se han quedado con el tintero, que gustosamente son respondidas por el profesor y divulgador de cultura griega Javier Murcia Ortuño en su reciente obra: Maestros y discípulos en la antigua Grecia (Alianza editorial, 2024).

El autor nos ofrece un recorrido cronológico de (podríamos llamarla así) la historia de la enseñanza en Grecia desde los tiempos arcaicos, cuasi míticos en muchos momentos, pasando obviamente por el clasicismo hasta la expansión de este tipo de enseñanza desde el helenismo hasta nuestros tiempo, y la forma en que dicha forma de ennoblecer al joven estudiante se ha perpetuado no solo en el mundo romano sino también en el cristianismo y hasta la actualidad. Cuando digo tiempos cuasi míticos es porque Javier Murcia Ortuño retrotrae sus  comienzos hasta los tiempos mitológicos donde Quirón, el centauro más sabio, junto a su familia se dedicó a la enseñanza de los jóvenes héroes que después deslumbrarían al mundo en hazañas tan preclaras como la búsqueda del Vellocino de Oro o la toma de Ilión. Es un ejemplo de cómo desde tiempos oscuros y lejanos ya era importante la enseñanza en Grecia. Podríamos decir que los primeros, reales, enseñantes fueron los aedos que a través de sus recitados musicales en palacios dejaron impronta de las enseñanzas de Homero o Hesiodo en las mentes de los jóvenes que deseaban emular las hazañas de sus héroes preferidos. De ahí el autor pasa a los rapsodas, que recitaban ya sin música, a golpe de bastón, en templos y certámenes democratizando ya más la cultura y el aprendizaje y los coros que son clara muestra de la importancia de enseñar tanto con la danza como con la música a los más jóvenes. Esta forma de aprendizaje, ya más profesional, fijada con profesores y alumnos que acudían a las clases (las cientos de escuelas repartidas por toda Grecia), quedó fijada en la época clásica en donde también destacaron las escuelas filosóficas de Platón y Aristóteles, verdaderos gigantes de la educación, sin olvidar a los sofistas o educadores profesionales.

La paidea, la educación de los niños, no era una herramienta institucionalizada desde el gobierno de la ciudad, ni estaba institucionalizada a excepción de Esparta, aunque más o menos mantenía ciertos niveles de educación. Normalmente el primer escalón solía darse hasta los seis o siete años en que el estudiante, acompañado de su paidogogos iba a la escuela donde además de cultura el severo maestro le enseñaba moral, buen comportamiento, respecto a sus mayores y a emular a los mejores. El siguiente escalón seria una especie de secundaria entre 14 y 18 años en donde un grammatikos de renombrado prestigio, ya pasadas las primeras letra y los recitados memorísticos de Homero y Hesíodo, se adentraba más en la poesía, oratoria, dramaturgia y profundizaba en las obras científicas, astronomía, música y danza. Es decir recibía de estos grammatikos tan prestigiosos y que eran solicitados por medio mundo griego, una enkyklios paidea o educación integral. Y finalmente nos encontramos con la llamada efebia, a los dieciocho años en donde  además de recibir clases militares podía ponerse en manos de grandes oradores, sofistas o retores y recorrer el mundo acudiendo a conferencias (un Erasmus universitario de la época). Las escuelas en su mayoría eran privadas y estaban en sus primeros años regentadas por grammatistes, y aunque hayan pasado los siglos, al igual que hoy en día, estos maestros eran poco valorados, poco cualificados y muchos casos sumidos en la pobreza. E incido en las similitudes, pues, a diferencia de la ausencia de los pupitres, el maestro se sentaba delante de sus alumnos y éstos hacían lo mismo en taburetes con tablillas de cera en las rodillas, ostracas, o papiro los más pudientes, en donde aprendían  las primeras letras, leían en voz alta y memorizaban los eternos versos de Homero, Hesiodo, las enseñanzas de los Siete Sabios o los consabidos preceptos del buen Quirón. También hacían cálculo y le daban importancia a la música con la flauta o la lira, e incluso practicaban gimnasia en la palestra.

Pero Javier Murcia Ortuño, además de estas líneas básicas de aprendizaje, de la misma manera también nos enseña el lado más oscuro de aquel aprendizaje. Los alumnos tenían que madrugar mucho, se helaban de frio aunque fueran acompañado de pedagogos, los niveles de educación eran en mucho casos confusos y el maestro tenía barra libre para ejercer castigos físicos sobre sus alumnos menos aplicados a través, por ejemplo, de zurriagazos o partiendo una vara en el lomo del estudiante díscolo. A esto hay que añadirle, por un lado las inevitables desigualdades de género existente entre niños y niñas en aquellos tiempos, ya que sobre todo en época arcaica y clásica las mujeres tenían vetada dicha educación orientándolas sobre todo al ambiente del gineceo, aunque esto cambió en tiempos helenísticos en el que ya algunas podían acudir junto con sus hermanos a la escuela; y por otro lado, como siempre ha ocurrido en la historia de la Humanidad, dichas desigualdades venían promovidas por el estatus y el dinero que tuviera una familia para poder dar una educación mejor a un niño.

Así pues, les recomiendo Maestros y discípulos en la antigua Grecia, en donde podrán ahondar en más cosas de lo que a vuela pluma les he anunciado en esta humilde reseña, sin olvidar, como siempre ocurre que tenemos entre manos un libro de Javier Murcia Ortuño, que el lector se va a encontrar con un gran trabajo y con un estudio impresionante, en este caso, del campo de la enseñanza en Grecia y todo ello trufado con una cornucopia de anécdotas y curiosidades que hace que este ensayo se lea de manera amena y nos haga no solo conocer como era el tipo de educación que existía entonces sino también a valorar y ponderar el papel de los maestros de aquellos siglos y de los de hoy en día. Todo un homenaje a ellos.

 

Javier Murcia Ortuño, Maestros y discípulos en la antigua Grecia. Madrid, Alianza editorial, 2024, 576 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/maestros-y-discipulos-en-la-antigua-grecia-javier-murcia-ortuno/

lunes, 15 de julio de 2024

COMANDOS Y FUERZAS ESPECIALES EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL - Iván Giménez Chueca

 

Nunca tantos debieron tanto a  tan pocos (Winston Churchill)

Ahora parece un género cinematográfico en horas bajas, pero cuando era pequeño me encantaba ver películas clásicas de comandos. En el cine clásico surgido tras la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) fueron muchas las películas que encandilaron mi niñez como Los cañones de Navarone, Objetivo Birmania, Ha llegado el águila, Los doce del patíbulo, El desafío de las águilas, entre otras… y aunque ya no se hacen tantas como antes (recuerdo a vuelapluma títulos recientes como Malditos Bastardos o la serie Los hombres del S.A.S), lo que sí recuerdo era sentarme en la silla del salón, o en el frio suelo frente al televisor en verano, y asombrarme con las aventuras de aquellos grupos de soldados que equipados con un macuto lleno de valentía, idealismo y loca aventura, desafiaban ejércitos enteros tras las líneas enemigas, saboteando instalaciones esenciales o secuestrando o eliminando a generales que estaban encerrados en castillos inexpugnables de corte gótico. Pues bien, aquellos recuerdos de cuando solo había dos canales y era de lo más normal que se emitiera cine clásico, los he vuelto a revivir con el libro que les presento ahora mismo: Comandos y fuerzas especiales en la Segunda Guerra Mundial, escrito por Iván Giménez Chueca (Nowtilus, 2024)

Nuestro autor nos lleva directamente a la Segunda Guerra Mundial, a un mundo donde la contienda era total, en tierra, cielo y mar, y donde ya no había ejércitos que se dispararan en línea en un lugar en concreto de forma ordenada sino, al revés, donde cualquier lugar era un campo de batalla, sin distinción alguna. Nadie estaba a salvo de morir. Y es en esa guerra donde los contendientes en liza deciden introducir un tipo de unidades o grupos pequeños tras las líneas enemigas con el fin de sabotear las instalaciones principales de abastecimientos, rescatar soldados, eliminar generales o incluso asaltar fortalezas y fortines donde el enemigo podía haber escondido el mapa de la siguiente ofensiva. A estas unidades especiales se les conocía como comandos que, respondiendo a la urgencia existente, fueron creadas en ese momento por los británicos ad hoc a partir de 1940 al ver las apabullantes victorias del Tercer Reich por Europa tomando como modelo las ágiles, flexibles y especializadas unidades de combate surgidas durante la Segunda Guerra Boer (1899-1902), los kommandos, y que tantos quebraderos de cabeza dieron  entonces al Imperio Británico. Curiosamente fueron estos últimos los que relanzaron este tipo de guerreros dándoles un rol especial y, debido a dicha movilidad relámpago, poder ser enviadas a cualquier parte del escenario bélico mundial y guerrear adaptándose a distintos entornos medioambientales.

Como podemos ver los comandos se especializaron en golpes de mano, rápidos y letales, aunque hay que señalar que muchas de estas unidades también fueron utilizadas en algunas ocasiones en primera línea, si así eran necesario, y luchar codo con codo junto a sus camaradas del ejercito ya que esto les daba un plus de animosidad en los momentos más duros del combate. La idea de demostrar que el enemigo no era invencible fue pensado por Winston Churchill ya que publicitar las victorias de estas unidades especiales, de la misma manera, hacia subir la moral de la población que en esos momentos necesitaba cualquier buena noticia para soportar los sacrificios de la guerra, el hambre o los bombardeos. Equipados con armas ligeras, equipamiento necesario para el sabotaje, hasta disfraces si era necesario, los comandos podían dar golpes de mano ya fuera en Europa, las ardientes arenas africanas o las tórridas junglas del Pacifico, y unidades como los Rangers, El Servicio Aéreo Especial (S.A.S), entre otras por parte de los Aliados, o las unidades Brandeburguesas o también la Friedentahl alemana, los hombres torpedos italianos, verdadera pesadilla de la Real Armada Británica en el Mediterráneo o la Tesihin Shudan japonesa, entre otras por parte de las armas del Eje empezaron a ser conocidas mundialmente inspirando tanto respeto como temor por parte del enemigo.

La historia de estos y otros comandos, su periplo, como se formaron y las increíbles hazañas que realizaron son contadas de manera detallada y  apasionante en el libro de Iván Giménez Chueca Comandos y fuerzas especiales en la Segunda Guerra Mundial. A través de sus páginas haremos un viaje por el mapa bélico de aquellos años y nos asombraremos con los golpes de mano y alto sacrificio que estas unidades realizaron en Europa, África o soportando las duras condiciones existentes en las islas del Pacifico o las junglas de Birmania y que solo hombres bregados y entregados en el combate podían realizar. Y de la misma manera también daremos valor a los actos que estos soldados realizaron ya que sin ellos no hubieran sido posibles aspectos y victorias importantes en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Una acción en la sombra que muchas veces no fue reconocida e incluso olvidada pero que gracias al libro que humildemente les reseño podrán reconocer y valorar en su justa medida.

Iván Giménez Chueca, Comandos y fuerzas especiales en la Segunda Guerra Mundial. Madrid, Nowtilus, 2024, 324 páginas.

martes, 9 de julio de 2024

¿POR QUÉ AL HEREDERO DEL TRONO FRANCÉS SE LE LLAMA DELFÍN?

 

                                                               (Imagen Wikimedia Commons)

Como indica el enunciado, el príncipe que heredaba el trono en Francia se le conocía como Delfín, al igual que en España se le llama Príncipe o Princesa de Asturias o en Inglaterra Príncipe de Gales. Según parece la idea de que al heredero se le denomine de esta manera proviene de la Edad Media cuando al conde Humberto II de Viena decidió vender el condado de Dauphine, situado al sureste de Francia,  al rey Felipe VI en 1349 con una única condición y es que a partir de entonces al príncipe heredero del trono galo se le otorgue el título de Dauphin (o Delfín en español). Y así fue durante varios siglos hasta que estalló la Revolución Francesa (1789) y la instauración final de la República. El último en ostentar este cargo fue Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, de 1824 a 1830. En la actualidad, por extensión, el termino delfín viene a designar a la persona que va a suceder a alguien en algún puesto de importancia como por ejemplo en una empresa o en algún cargo político.

lunes, 8 de julio de 2024

LA SALUD MENTAL EN 100 PREGUNTAS - Ana Martos

 

Las enfermedades del alma son más peligrosas y numerosas que las del cuerpo (Cicerón)

Recuerdo que cuando era pequeño, uno de los mayores terrores (por lo menos para mí) era que a uno le acusaran de estar loco o de salirse de la norma establecida y destacar por encima de los demás no por lo bueno que eras física o mentalmente, sino al revés,  por sobresalir debido a las excentricidades o conductas distintas que uno dejara traslucir y que se salieran de la uniformidad de la masa común. Incluso recuerdo una expresión que se decía acerca de que si estabas loco te podían ingresar en el Manicomio de Ciempozuelos (que a mis ojos ahora lo asoció con la gótica imagen del centro Arkham de los cómics de Batman). Pues bien, con el paso de los años, de bastantes años diría yo, la sociedad ha ido evolucionando y aquel tabú de la salud mental se ha ido relajando poco a poco, tanto que  el interés por el cuidado de nuestro interior se ha normalizando y se afronta casi sin miedo alguno. Pero como pasa con todo, de la misma forma, dicha sociedad es pendular y por eso hemos pasado de arrinconar la salud mental y esconder de manera denigrante a las personas que tuvieran un trastorno a que todo gire en estos momentos alrededor de la salud mental. Obviamente es esencial cuidarla al igual que las demás partes de nuestro cuerpo, como un todo, pero lo hemos de hacer con criterio y con certezas médica, no de oídas, y para eso hemos de acudir a los médicos especializados en estos casos como son por ejemplo los psicólogos o psiquiatras, entre otros, o bien a material riguroso sobre este tema como es el que les muestro a continuación escrito por la psicóloga clínica Ana Martos titulado: La salud mental en 100 preguntas (Nowtilus, 2024)

Debido a ese movimiento pendular del que les hablaba anteriormente, hemos pasado del conocimiento cero al interés total trufado de falsas informaciones. Duele preguntárselo pero ahora que existe más información al respecto ¿está la salud mental de moda o no? Antes los estudios relacionados con el tema eran abordados por científicos que exponían sesudos estudios a los que normalmente el vulgo no podía llegar. Pero ahora con la explosión de internet y las redes sociales, las declaraciones de famosos variados contando sus experiencias, influencers de nueva ola, deportistas que se alejan de patrones tóxicos, y demás personas que llegan a todo el mundo a través de las pantallas, parece que existe una verdadera saturación de informaciones acerca de lo que es  la salud mental y sus síntomas pero que por desgracia y debido al desconocimiento de esta gente o por no consultar a los expertos en la materia, muchas de estas declaraciones son erróneas o falsas provocando el desconcierto en las personas que los siguen o las leen y haciéndoles dudar a uno continuamente si tendré algún trastorno mental o vulgarmente si estoy loco de remate. Así pues, para ello, y para desbrozar el campo y eliminar de raíz cualquier duda les recomiendo que le echen un vistazo a esta guía de la salud mental y como hacían los antiguos peripatéticos interrogarnos a base de preguntas y respuestas y de un plumazo eliminar cualquier duda que tengamos y eliminar falsos conocimientos adquiridos a priori.

Si les soy sincero, anteriormente había leído algunos libros sobre la evolución en la Historia de todo lo relacionado con las enfermedades mentales y sus centros de atención, desde la antigüedad hasta la actualidad, y debido a esas lecturas anteriores había ido asimilando ciertos conceptos médicos que para sorpresa mía me han sido esclarecidos gracias a este trabajo de Ana Martos. Aquí nos devela cómo se abordan las enfermedades mentales en nuestro tiempo e igualmente como la tecnología actual y las redes sociales, por un lado, nos han beneficiado o, al revés,  las han exacerbado de forma negativa ya sea debido a, como mencionaba antes, la aportación de ideas incorrectas, la ciberdependencia o la ludopatía entre otras. Así mismo analiza como el acelerado ritmo de vida y la exigencia a ella ha hecho sobresalir los trastornos de ansiedad y estrés, las conductas obsesivo-compulsivas, los trastornos alimenticios y sus correspondientes dolencias físicas, o la ausencia o exceso sexuales… y a todo este cóctel se le suma una verdadera dicción al respondernos dudas terminológicas acerca de temas mentales como, entre otras, qué son la psicosis y sus distintos tipos y derivaciones, las paranoias y todo lo relacionado con trastornos psicosomáticos y somato psíquicos, las depresiones o los temidos trastornos bipolares. Y así un gran número de dudas y consejos que van a ayudarnos a quitar el hierro de la paja y saber con verdadera certeza lo que es una enfermedad mental, los tipos que existen alrededor de ella, si es aplicable o no a nuestra persona y sobre todo alejar cualquier fantasma o tabú relacionado con nuestro interior el cual merece ser estudiado sin miedo alguno.

Ana Martos, La salud mental en 100 preguntas, Nowtilus, 2024, 351 páginas.

lunes, 1 de julio de 2024

BREVE HISTORIA DE LA GUERRA MODERNA - F. Xavier Hernández y Xavier Rubio

 

Si vis pacem, para bellum (Flavio Vegecio Renato, siglo IV d.C)

Según un documental que vi hace poco en televisión, en el planeta Tierra solo existen dos seres capaces de modificar el entorno donde vivimos: el castor y el ser humano. Si lo entendí correctamente (eso espero aunque era la hora de la siesta) el primero, es decir el castor, a base de talar árboles y construir presas, de forma inconsciente crea todo un ecosistema para otros seres alrededor de cientos de kilómetros de distancia, mientras que los humanos debido a su mayor tecnología a través de colonizaciones y guerras pueden mover a pueblos enteros de un lado para otro y mediante las armas aniquilarlos y hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra. Es decir que los castores lo hacen porque su naturaleza se lo dicta así pero los humanos matan de forma consciente, no para comer, sino por acabar con el enemigo que les molesta. Y para ello han utilizado su superior intelecto para crear a lo largo de los siglos distintos tipos de armas, cada vez más avanzadas, y distintos tipos de ejércitos. Así que para comprender nuestros afán homicida a veces es necesario pararse un momento y estudiar cuales fueron esos pasos que poco a poco nos acercan a nuestra propia extinción. Así pues les invito a leer este interesante ensayo titulado Breve Historia de la Guerra Moderna, escrito por F. Xavier Hernández y Xavier Rubio con el que viajaremos a través de seis siglos apasionantes conociendo nuestra historia más reciente pero desde el punto de vista militar y como éste además ha influido en la sociedad civil, científica e incluso cultural.

Nuestro periplo principia a finales de la Edad Media cuando en Europa aparece un polvo de color negro, la pólvora, que revoluciona cualquier concepto del arte militar que existía hasta ese momento. Primitivos tubos de hierro o bronce, llamadas también bombardas, comienzan a escupir férreas balas de piedra o metal con las que las murallas de las que se denominaban ciudades inexpugnables comienzan a caer una tras otra, como por ejemplo en la caída de la ciudad de Constantinopla (1453). Aunque ya había algunos antecedentes de su existencia durante la Reconquista o la Guerra de los Cien Años, su aparición marca por tanto el nacimiento de la Guerra Moderna. Ya nada sería igual desde mediados del siglo XV otros pequeños cañones portátiles, llamados arcabuces, los soldados de infantería pueden luchar en igualdad de condiciones contra la mítica caballería preponderante en la Edad Media. La conjunción de arcabuceros y piqueros hace que la guerra se democratice marcando el fin de la época medieval. La movilidad de los nuevos cuadros de infantería y su efectividad contra las temibles cargas de caballería lo podemos ver en las Guerras Italianas (1494 – 1503) donde destacó Gonzalo Fernández de Córdoba en donde a dicha movilidad también supo aprovecharse del adagio inverso de más vale cantidad que calidad. El arma de fuego se impuso por tanto en el campo de batalla como en las ciudades donde los ingenieros tuvieron que reinventarse haciendo que las murallas fueran más gruesas para soportar los impactos de los nuevos cañones a la vez que construir en ellas baluartes redondos o de estrella para evitar el fuego desenfilado.

Durante el siglo XVII, en concreto en la terrible Guerra de los Treinta Años (1618 – 1648) se observa la preponderancia de la ya mencionada infantería ya fuera en los Tercios españoles como en los regimientos franceses y aunque la caballería se especializa más (lanceros, coraceros o dragones) su importancia va cada vez más en detrimento del fuego continuo y letal  de las tropas de a pie. Una guerra menos caballerosa pero más efectiva. Y al igual que los ejércitos de los grandes estados, que poco a poco por cuestiones de natalidad barren a los pequeños, el armamento igualmente evoluciona pues de los arcabuces surgen los mosquetes en donde las mechas se van sustituyendo por llaves de rueda o sílex destacando las denominadas chenapan o miquelets pudiéndose por tanto cargar y disparar más deprisa. Las formaciones, sobre todo en el caso español, siguen siendo las mismas en el campo de batalla pues los arcabuceros y mosqueteros siguen protegiendo a los piqueros de las distintas compañías pero poco a poco los estudiosos de la guerra, los generales o maestres de campo empiezan a decantarse por la formación francesa en regimientos de líneas ya que de esta manera son más eficaces ante los cañones que los cuadros los cuales podemos calificarlos de autenticas dianas. Esto es debido a que los cañones empiezan a ser más efectivos pues se unifican sus calibres y su movilidad.

Y con esto llegamos a lo que nuestros autores denominan la era del fusil (1697 – 1789) en donde esta nueva arma desbanca totalmente al mosquete y si además le añadimos en su punta una bayoneta, a la vez, tenemos un fusilero que sirve para dos propósitos, es decir disparar con mayor rapidez y mortalidad (gracias a las nuevas llaves de piedra) a la vez que para a la caballería gracias a la mortífera punta que corona su fusil. El que ahora en este nuevo siglo sea Francia la cabeza de Europa hace que se imponga el sistema de regimientos en fila y que el ejercito avance en largas formaciones, entre tres o cuatro líneas de profundidad concentrándose más potencia de fuego por unidades (esta escena la podemos ver por ejemplo en el cine cuando dos ejércitos se aproximan y al alrededor de los cien metros, a las órdenes de sus capitanes, se fusilan unos a otros sin piedad). Estos regimientos, ya divididos en batallones y compañías, y ayudados por la caballería, ya no son soldados reclutados a la buena de Dios pues ahora son objeto de una verdadera intervención estatal en distintos campos ya que éste dictamina cual serán las banderas de sus ejércitos y regimientos; cómo irán vestidos durante la lucha para distinguirse unos a otros; establecerá líneas de logística durante la campaña evitando muchas veces los excesos de pillaje que se produjeron durante la Guerra de los Treinta Años; e incluso se ocuparon de componer himnos nacionales o de regimientos en concreto. Y finalmente el Estado, ya fueran Austrias, Habsburgo o países aliados, también intervino en cuestión del alistamiento de los soldados ya que muchas veces delegaron esa gestión a personas particulares provocando que muchos regimientos y batallones se concentraran en torno a nobles que corrían con los gastos durante la guerra en cuestión, ya fuera la Guerra de Sucesión (1701-1714), la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763), los conflictos en Escocia, la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775 – 1783) o la Guerra de Sucesión Austriaca (1740 1748), entre otras. Tampoco hay que olvidar que en el tema naval debido a la importancia de los cañones a bordo y la movilidad de los barcos en alta mar los pesados galeones fueron sustituidos poco a poco por fragatas y navíos de línea que desde ese momento se enseñorearían de los mares.

Hasta mediados del siglo XIX, en concreto hasta la Guerra Franco Prusiana (1780 – 1781), la disposición de los ejércitos en línea no ofrece muchas variaciones. Aun así la Revolución Francesa (1789) trae la novedad de transformar los ejércitos profesionales comandados por nobles en verdaderos ejércitos compuestos por ciudadanos. La fuerza y empuje de dicha revolución fue aprovechada por la figura clave de este periodo, Napoleón Bonaparte, que supo sacarle rendimiento a sus ejércitos aprovechando su velocidad de decisión no solo en el movimiento de las tropas sino en la toma de decisiones en todos los aspectos de la contienda. Es curioso observar que aunque la disposición, como ya he indicado anteriormente, de las tropas es casi heredera del siglo pasado, en estos primeros años del siglo XIX comienza a convivir con la evolución que proporciona el desarrollo industrial. Una de estas innovaciones no solo en el alma de los fusiles sino también de los propios cañones lo constituye sin duda el rayado interior que permite más precisión en el disparo y más potencia de impacto en el soldado enemigo o fortaleza asediada. Y todo ello ayudado por las nuevas técnicas de retrocarga de dichas armas que proporciona más velocidad en los intervalos de disparo. Pero podemos considerar a la Guerra Franco Prusiana  como la última de tipo napoleónico, como el inicio de las subsiguientes guerras industriales que tuvieron su gran eclosión en la que algunos consideran como la nueva guerra de los treinta años que se produjo entre 1914 y 1945, es decir La Primera y Segunda Guerra Mundial. Napoleón ya había hecho algunas innovaciones con respecto a la disposición en grandes cuerpos de ejércitos y éstos fueron aplicados durante estas terribles contiendas mundiales, pero el gran avance tecnológico de las armas, avances ya apadrinados por los gobiernos de los países litigantes y sus fábricas patrocinadas en vez de cederlas a simples artesanos como se hacía anteriormente, hizo que la infantería sufriera los estragos muriendo a diario a cientos de miles de soldados. La fuerza de las nuevas armas en el siglo XX hizo que en la Primera Guerra Mundial desaparecieran las grandes embestidas de ejércitos, unos contra otros, haciendo que los propios soldados fueran auténticos topos que vivían en las oscuras y sucias trincheras. Miles de ellas tapizaron el suelo europeo condenando a los países a estar continuamente empatados. Solo la aparición de los tanques y el aprovechamiento de la aviación empezó a enseñar a los generales de la futura Segunda Guerra Mundial como sería la guerra del futuro, o lo que es lo mismo la verdadera guerra total en donde la velocidad de los acorazados y la aviación apoyados por la infantería podrían acabar con el enemigo. Ya no existía un frente único de batalla pues todo era un gran frente a batir, desde un puerto hasta una ciudad. Nadie estaba a salvo.

La tecnología en la guerra moderna ya ha superado al propio guerrero que tiene que estar pendiente de los avances técnicos e informáticos y no solo de su simple pericia en el combate. Tras la caída de Alemania en 1945, el mundo se metía de cabeza en otros conflictos englobados en la llamada Guerra Fría donde las dos grandes potencia mundiales, Estados Unidos y la Unión Soviética, sometían a la población a vivir en un miedo continuo, pues además de observar como éstos abrían y cerraban guerras en distintos lugares alejados de sus países, Estados Unidos y la Unión Soviética siempre estaban amenazándose con lanzar misiles atómicos de un lado a otro y acabar con cualquier rastro de vida en la Tierra. Serían esta amenaza del átomo y la nueva guerra al terrorismo internacional los nuevos campos de batallas del siglo XXI en las que las nuevas armas de combate parecen ya sacadas de las películas de ciencia ficción. Y aunque este horizonte incierto dé algo de pavor les recomiendo que lean Breve Historia de la Guerra Moderna de F. Xavier Hernández y Xavier Rubio y hacer un viaje por la Historia a través de la tecnología militar y los conflictos que la han jalonado ésta hasta el actual status quo nuclear para poder entender mejor nuestro propio y belicoso pasado.

F. Xavier Hernández y Xavier Rubio, Breve Historia de la Guerra Moderna, Nowtilus, 2024, 277 páginas.