Después de que Juan Sebastián Elcano regresara de dar la vuelta al mundo en 1522, tras la muerte Magallanes, el rey Carlos I de España lo recibió en audiencia y en premio de la hazaña realizada no dudo en concederle 500 ducados de oro como pensión vitalicia además de un escudo en el que aparecía una esfera del mundo con una inscripción en latín que decía Primus circumdedisti me, o lo que es lo mismo “El primero que me dio la vuelta”.
Pues bien, los logros conseguidos en el viaje hicieron que por un lado se fundara una Casa de Contratación destinada a las especias en La Coruña, y por otro se organizara una expedición a las Malucas, subvencionada por la Casa Fugger, teniendo como comandante al aristócrata Loaisa y a Elcano como piloto mayor. Pero cuando la expedición salio de La Coruña en 1525 Catalina del Puerto, la madre de Juan Sebastián, se quedó sola y empobrecida diciendo incluso las crónicas de la época que se encontraba en un estado grave de “necesidad y fatiga”. Para poder comer no dudó en vender mucho de los bienes de su familia a la Armada, pero cuando no pudo revender nada más no le quedó más remedio que acudir al mismísimo rey y reclamarle la pensión que se le había dado a su hijo. Lo triste de la situación es que su petición de auxilio quedó enredada en la telaraña de la burocracia pues como no se podía constatar su muerte en Las Malucas, como en verdad pasó, la tesorería real no le podía ingresar el dinero que tanto necesitaba. Cuando se verificó el fracaso de la expedición y la muerte de Elcano, al igual que la de Loaisa en las Malucas en 1526, la corona decidió empezar a pagarla con un total de ciento cincuenta mil maravedíes, veinte mil menos de los acordados en 1521.