jueves, 16 de mayo de 2013

LA MUERTE IGUALA A TODOS

Uno de las mayores tragedias de la humanidad se produjo en el siglo XIV y fue conocida como la Peste Negra. Originaria de la península de Crimea esta enfermedad, contagiada por las ratas a través del vacilo Yersin que portaban estos animales, recorrió medio mundo matando a cualquier persona, sin ninguna distinción, fueran estos plebeyos o reyes. En España fueron dos los monarcas que sucumbieron a esta terrible enfermedad. En Navarra en 1328 fue proclamada reina Juana II la cual se caso tiempo después con el rey de Francia Felipe de Evraux. Juana fue a vivir a los territorios de su marido pero fue alcanzada por el azote de la Peste en 1349 en la localidad francesa de Conflans.

Alfonso XI, héroe de la Batalla del Salado (1340), también sucumbió a la enfermedad mientras estaba en el Sitio de Gibraltar (1350) Rápidamente sus restos se trasladaron a Jerez de la Frontera y allí mismo embalsamado, retirándole sus intestinos que fueron alojados en el alcázar como una reliquia. Pero el monarca no alcanzó allí el descanso eterno pues primero fue llevado a Sevilla para posteriormente trasladarlo a Córdoba a la Real Colegiata de San Hipolito donde descansa por siempre al lado de su padre el también monarca Fernando IV el Emplazado