En un principio
a Juan Martín Díez (1775-1825) le llamaban el Empecinado debido a que era
natural de Castrillo de Duero. Cerca de esta localidad vallisoletana existe el
río Botijas por el que normalmente bajaban sus aguas con abundante pecina, que
era una especie de cieno negro, siempre sucias y enlodadas. Los vecinos de
otras localidades cercanas apodaban a los habitantes de Castrillo de Duero con
este mote, empecinados, que es el que
portó el guerrillero durante toda la Guerra de Independencia. Pero a medida que
pasaba la guerra, este mote cambio de sentido y se identificó con la
determinación y bravura con que Juan Martín Diez luchaba contra el invasor
francés. Es decir que de un insulto el apodo del Empecinado se convirtió en todo
un elogio.