Aunque su madre
le estimuló intelectualmente, y su esposa Paulina estuvo con él en los últimos
años de su vida, hay que reconocer que Séneca no tuvo mucha suerte con las
mujeres. De ahí que en algunos de sus escritos se perciba cierta misoginia con
respecto al sexo contrario. Prueba de ello lo tenemos en la relación que mantuvo
con Mesalina, la cual le obligó a exiliarse después de haberle acusado de
adulterio; y con Agripina y la esposa de Nerón, Popea, que aunque en un
principio le apoyaron, tiempo después no vieron con buenos ojos que fuera tutor
del emperador.
El resultado de
estas experiencias es que Séneca tuvo en gran consideración a las
prostitutas, pues de ellas alababa la capacidad de hacer creer a todos los
amantes que ellos eran los únicos dueños de su corazón, mientras que el de las
damas de alta alcurnia era nido de maldad, lascivia y envidias. Es por ello que
el filósofo dijera:
¿Hay alguna mujer que se avergüence del
divorcio desde que ciertas y nobles damas, cuentan sus años no por el número de
cónsules, sino por el de sus maridos? ¿Habrá mujer que se avergüence de esta
situación cuando se ha llegado el extremo de que todas utilicen a sus maridos
para estimular más los celos de sus amantes?