Oír a un bebe llorar por la noche
siempre es motivo de desasosiego entre los vecinos, y preocupación por parte de
los padres, pero en la Edad Media la emisión de este sonido producía autentico
pavor a todo el mundo ya que se pensaba que el llanto estaba motivado a la
aparición del demonio el cual se metía dentro del cuerpo del niño, y además de
producirle terribles dolores, también podía tomar posesión de él trasformándole
en un engendro de la noche. Esta creencia no era propiedad solamente del
supersticioso vulgo sino que incluso pensadores y escritores de la época lo
creían a pies juntillas como se puede observar en el Malleus Malleficarum (1486) de Kramer y Sprenger o en los escritos
de Martín Lutero.
Para evitar que el niño durmiera mal
y que el demonio hiciera de las suyas se solían colgar amuletos en las cunas y
en la ropa del bebe, como por ejemplo la malaquita y otros minerales, además de
fajarlos prietamente con lo que se evitaban los berridos nocturnos al
aprisionarles el tórax. Aun así, a pesar de todas estas medidas, hubo padres y
nodrizas que no pudieron soportar el llanto dándose en la Edad Media un número
bastante alto de muertes al estampar a los retoños contra la pared o al
arrojarlos por las ventanas.