El origen de
esta costumbre tan sana de la cultura hispana hay que buscarla en plena Edad
Media, precisamente durante el siglo XIII, cuando una vez Alfonso X enfermó.
Los médicos no sabían muy bien como tratarlo hasta que uno de ellos le
recomendó (¡bendito el día que se le ocurrió!) tomar un tentempié a media
mañana, antes de las comidas, acompañado de un vaso de vino. El monarca decidió
seguir los consejos de su galeno y pasados unos días comenzó a recuperarse. Tan
contento quedó con el resultado que inmediatamente promulgó una ley en la que
se obligaba a las tabernas de todo el reino a servir junto con el vino o la
cerveza un platito de comida.
Pero todavía a
esta medida no se le llamaba “tapa”. Tal denominación no se le pondría a este
refrigero hasta el siglo XX. La culpa de ello la tiene otro rey Alfonso, en
concreto el XIII de su nombre. Una vez que estaba de visita en Cádiz se sintió
algo cansado y se sentó en un bar cercano a la playa de La Caleta. Le trajeron
un vaso de vino y un plato con unas lonchas de jamón. En el momento en el que
se disponía a beber se levantó una ventolera muy fuerte arrastrando consigo una
gran cantidad de arena de la playa. En este punto difieren las versiones pues
unos dicen que fue el camarero y otros que el propio rey quien puso una loncha
encima del vaso a modo de “tapa” para que no se le estropeara la bebida. De ahí
el nombre.