La muerte de Don
Juan de Austria (1547 – 1578), vencedor de Lepanto y héroe de la cristiandad, siempre
ha estado envuelta en las brumas de la historia ya que aunque se han escrito
cientos de libros sobre la figura del hermano de Felipe II todavía los
historiadores no se ponen de acuerdo en cuál fue la causa principal que le
llevó a la sepultura con tan solo 31
años. La mayoría coincide en que se debió a un tifus o tabardillo exantemático
que aparece sobre todo en tiempos de guerra en donde la falta de higiene y el
hambre campean a sus anchas. Se sabe que Don Juan estando en Namur (Flandes)
empezó a sentirse muy mal por lo que ordenó a su guardia el 17 de Septiembre de
1578 que le llevaran a las afueras de la ciudad al campamento de don Lope
Figueroa pues pensaba que en el campo se curaría antes.
Pero cuando
llegó junto a sus soldados se sentía peor así que rápidamente lo alojaron en un
viejo palomar acondicionado para su Alteza el cual se convertió en la última
morada del hombre que bajó los humos al todopoderoso Imperio Otomano. Allí,
rodeado de sus viejos amigos empezó a sentirse peor, pues le faltaban las
fuerzas, vomitaba continuamente y tenía unas fiebres altísimas. El día 28 del
mismo mes, antes de entrar en delirio hizo llamar a Alejandro Farnesio, al cual
lo nombró provisionalmente gobernador general y comandante de las tropas
situadas en Flandes. Durante varios días perdió la razón, hasta que el día 1 de
Octubre despertó y presintiendo que iba a morir pidió la extremaunción. Unas
horas después, muere.(Sigue leyendo)
Mucho se ha
especulado, y muchos han sido los sospechosos a los que se atribuye la muerte
del héroe de Lepanto. Guillermo de Orange, por ejemplo, afirma en su Apología, que fue envenenado por orden
de su hermano, e incluso se dice que hasta el mismo Alejandro Farnesio fue quien
lo hizo ya que deseaba el cargo que ostentaba don Juan. Claramente es una
afirmación falsa pues ambos, Juan y Alejandro fueron amigos desde su juventud e
incluso estudiaron juntos en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares.
Todas estas contradicciones son las que han cubierto la muerte de Jeromín en todo un misterio. Pero ahora,
a la luz de nuevos documentos históricos, tal vez se pueda resolver toda la
trama.
Y es que a lo
mejor el deceso de Don Juan de Austria se deba a algo que muchas personas
sufren siempre en silencio: las hemorroides, más popularmente conocidas como
almorranas. Permítanme que les explique: Don Juan sufría mucho de esta
dolencia, al igual que Carlos V, pues ambos habían pasado mucho tiempo a lomos de un caballo. Según un
medico ingles llamado Mac Laurin tal vez la unión del tifus junto más unas
almorranas mal curadas fue lo que le llevó a la tumba siendo tan joven. Leamos la relación manuscrita del padre Flórez:
La enfermedad de Su Alteza fue de tabardillo
o modorra, y una almorrana, que le cortaron, de que murió a primero de octubre
del año pasado de 1578, después de diez y seis de enfermedad…
Además existe el
testimonio de Dionisio Daza Chacón, el cual conocía bastante bien el cuerpo de
Don Juan pues había sido su medico personal en la batalla de Lepanto. Afirma en
su obra Práctica y teórica de cirugía
(Valladolid 1580) que la muerte de su amigo fue debida a una chapuza que unos médicos
le hicieron al intentar extirparle unas almorranas bastante grandes:
Este remedio de las sanguijuelas es muy
mejor y más seguro que el rajarlas ni abrirlas con lanceta, porque de rajarlas
algunas veces se vienen a hacer llagas muy corrosivas, y de abrirlas con
lanceta lo más común es quedar con fístula y alguna vez es causa de repentina
muerte; como acaeció al serenísimo don Juan de Austria, el cual, después de
tantas victorias (…) vino a morir miserablemente a manos de médicos y
cirujanos, porque consultaron y muy mal darle una lancetada en una almorrana.
Dieron la lancetada y sucedióle luego un flujo de sangre tan bravo que con
hacerle todos los remedios posibles dentro de cuatro horas dio el alma a su
creador, cosa digna de llorar y de gran lastima. Si yo hubiera estado en su
servicio, no se hiciera un yerro tan grande como se hizo.
Por tanto al
misterio también se le añade el cierto pudor que debió de haber en la época al
intentar explicar la muerte del héroe del Imperio.
Finalmente
también es curioso el saber que al año siguiente (1579) al querer trasladar el
cuerpo de don Juan desde Namur a España lo partieron en tres trozos y lo
metieron en un baúl. Cuando llegaron a la Península juntaron de nuevo los tres
pedazos, como si fuera un juguete, y en solemne misa se dio fe de que era él…
aunque, según las crónicas de la época, le faltaba la punta de la nariz.